María Malusardi - EL PODER DE LAS PALABRAS


 Difícil recitar “Sur”, “Malena”, “Fuimos”, “El último organito”, “Romance de barrio” o “Fruta amarga” separados de su melodía original. Cualquiera de los textos de Homero Manzi alza su personalidad y potencia en sintonía con la música, siempre excelente, que acompaña. ¿Cómo, entonces, apartar la poética del texto de una totalidad compositiva que también enarbola una poética? Es difícil, cierto. Pero si se hace a un lado el bandoneón, que inocula más velozmente que la letra, y dejamos que emerja el ritmo y la tonalidad interna del texto, podrá vencerse el contratiempo. Toda escritura poética encierra una musicalidad que está dada por el lenguaje, las palabras en su trama. Y allí corresponde concentrarse para detectar si en una letra de canción hay o no poesía. No siempre las letras de canciones tocan ese misterio que sólo la palabra detenta. Un poema es tal cuando existe en él lo inhabitual, acierta Vicente Huidobro. Lo inesperado y la síntesis. La contundencia y la eficacia sonora. Debe imponerse el significante, que resbala siempre de la razón y cae en la impotencia del sentido: no se piensa, se captura, se amarra.

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