Joe Biden ha obtenido una cálida bienvenida a su llegada a Cornualles para participar en la reunión del G-7. Parece que Estados Unidos vuelve a ser el garante del orden legal mundial. Biden ha propuesto un innovador impuesto global a las empresas multinacionales. Ha hecho que Estados Unidos se reincorpore a los Acuerdos sobre el Cambio Climático de París. Quiere conseguir un acuerdo nuclear con Irán y proponer a Putin nuevas negociaciones sobre la reducción de las armas nucleares. Está presionando a Boris Johnson para que respete el Protocolo de Irlanda del Norte y proteja los acuerdos de paz del Viernes Santo.
Pero Biden representa también otra postura tradicional de los estadounidenses, la del aislacionista progresista, una figura con intereses muy diferentes al “América primero” de Trump. Es la misma tradición que se negó a que Estados Unidos fuera miembro de la Liga de las Naciones y retrasó su entrada en la Segunda Guerra Mundial. Su instinto le dicta que Estados Unidos solo debe intervenir en el extranjero cuando le afecte directamente. La retirada de Afganistán es un ejemplo.