Hasta el líquido universo en que prospero
-guarida de brazos, torso, dedos mínimos,
flancos de feroz sapiens en ascenso-
llega el fragor
la sangre que galopa entre nos
el anticipo del dolor que nos separará en algún momento.
No hay imperfección
es la gresca que espera.
Una y otra,
carne fraguada en mismo germen
alejándose y juntándose,
cordón divino
renunciando o acogiendo las agujas de la presencia.
Sin saber bien, lo sabemos.
Cuando tu vientre nada distinga en sus cenizas
allí florecerán los cantos de la casa primera.