Anton Julian - ARENGA

 



No dejaremos que nos derroten,

ni las tinieblas ni las noches, 

pues levantaremos en su contra un muro,

con albores alborozados de lanzas y abejas.

No dejaremos que nos usurpen la mirada

seremos, por el contrario, nosotros mismos

en nuestros parasiempres de cada noche

sin artilugios ni disfraces, y sobre todo, 

sin bajar la vista cuando el cuchillo nos traspase.

No dejaremos que nos agonicen

las arpías calientes debajo de la piel

y menos aún, no dejaremos que nos seduzcan,

los malditos heraldos de la muerte

aunque te muestren las venas abiertas de los muslos

y las cicatrices rosadas que dejaron sus andanzas.

No dejaremos –y aquí está todo dicho- que nos maten,

daremos nombres a las cosas, con o sin poesía,

y así seguiremos hasta más allá del final del final

aunque sea al precio de borrar todas nuestras huellas.