En la lotería ilegal cubana el número ocho significa muerto, la misma cifra del congreso del Partido Comunista (PCC) que concluyó este lunes en La Habana. El cónclave ha tenido toda la solemnidad de un funeral político para una generación que se despide de sus altos cargos, pero ha dejado pocas señales optimistas para la vida nacional que atraviesa su peor crisis en este siglo.
La salida de Raúl Castro de la secretaría de la organización más poderosa del país no sorprende. El irremediable paso de la biología lo ha empujado a echarse a un lado, al menos públicamente. Sin embargo, aunque en la cúpula del Partido ya nadie lleva el apellido del clan familiar que ha regido en Cuba por 62 años, sería ingenuo pensar que la estirpe salida del pequeño pueblito de Birán no intentará seguir controlando el destino nacional