Un nuevo manifiesto político contra el régimen de La Habana ha sido publicado por centenares de intelectuales, artistas y periodistas, principalmente jóvenes impulsados por el hartazgo del Estado policial y la persecución política en la isla caribeña. Bautizado como 27N, este nuevo movimiento se ha formado para exigir al Gobierno cubano la garantía de libertades civiles, pero sobre todo con un llamado contundente a la sociedad cubana: recuperar el poder político que, dicen, el régimen ha “usurpado”.
“Queremos un país inclusivo, democrático, soberano, próspero, equitativo y transnacional”, alegan los firmantes del manifiesto, hecho público el 12 de abril. Este nuevo movimiento se ha formado al cobijo de la ola de renovación que desde finales del año pasado han formado jóvenes artistas que con valentía le han plantado cara al Gobierno, que mantiene una política de persecución de las voces disidentes. Los integrantes del 27N explican que han creado esta iniciativa a partir de una protesta hecha el 27 de noviembre pasado frente a la sede del Ministerio de Cultura, en la que exigieron el reconocimiento de las libertades civiles y los derechos ciudadanos de los cubanos. Ese día, además, se manifestaron contra la decisión de las autoridades cubanas de irrumpir la noche del 26 de noviembre en la sede el Movimiento San Isidro y mantener bajo arresto durante horas a una quincena de personas, entre ellos Carlos Manuel Álvarez, periodista y escritor, director de El Estornudo y colaborador de EL PAÍS.
El manifiesto eleva la temperatura del debate político en La Habana, donde el régimen ha visto con asombro e irritación cómo estos jóvenes exigen la necesidad de un diálogo en la isla que incluya temas como la libertad de expresión y la tolerancia política. En su manifiesto los firmantes lanzan argumentos demoledores: “Deseamos una nación donde expresarse libremente no constituya un acto de valentía, sino que sea una consecuencia natural del pensamiento autónomo. Donde no exista el odio político, la violencia policial, la represión, la censura, la manipulación mediática, la violación de la privacidad, los actos de repudio; en fin, las prácticas abusivas de poder ejercidas por una dirección política centralizada, militar y partidista, que discrimina y anula a quienes disienten, violando sus derechos humanos”.
El texto hace un llamado a permitir la discrepancia y el ejercicio de la crítica para “evitar la inmovilidad, la corrupción y el mal actuar de los funcionarios o cualquier otro ente de la sociedad que atente contra su desarrollo”. Uno de los puntos más desafiantes es el que exige “sanar los daños que ha dejado el adoctrinamiento; sustituir las mentiras y malos hábitos aprendidos, por la voluntad y el compromiso de rescatar la honestidad y el amor a la verdad como principio”.
La parte más elocuente, sin embargo, es el mensaje que le envían a la sociedad cubana, a la que urgen “a descentralizar y recuperar el poder político que nos han usurpado”, en un desafío directo al poder absoluto que ejerce el Partido Comunista, amo y señor de la isla, que controla con mano de hierro la vida de los cubanos desde el triunfo de la revolución, en 1959. Los firmantes del manifiesto, pesando en un posible cambio en su país, afirman que esperan que la Cuba del futuro “sea diseñada desde las necesidades y deseos de todos los ciudadanos cubanos, con iguales derechos para participar en su diseño, más allá de su ideología, filiación política o el lugar donde residan”.
El documento centra las demandas al régimen en la garantía de las libertades políticas, incluyendo libertad de expresión, de creación, de protesta o manifestación pacífica; las libertades económicas, relacionadas “al derecho de todo ciudadano a las distintas formas de participación económica, de propiedad y gestión”; la legalización de medios de comunicación independientes y el derecho de asociación.
El alegato final es un llamado de rebeldía a los cubanos: “Con la convicción de que ganar estos derechos comienza por la voluntad de defenderlos con valentía, instamos a todos los cubanos, dentro y fuera de Cuba, a la unión y a la paz, al entendimiento y a la comunicación, a la búsqueda de la verdad, expresando lo que pensamos y sentimos, defendiendo solidariamente a quienes son reprimidos y difamados por expresarse libremente”.
El manifiesto eleva la temperatura del debate político en La Habana, donde el régimen ha visto con asombro e irritación cómo estos jóvenes exigen la necesidad de un diálogo en la isla que incluya temas como la libertad de expresión y la tolerancia política. En su manifiesto los firmantes lanzan argumentos demoledores: “Deseamos una nación donde expresarse libremente no constituya un acto de valentía, sino que sea una consecuencia natural del pensamiento autónomo. Donde no exista el odio político, la violencia policial, la represión, la censura, la manipulación mediática, la violación de la privacidad, los actos de repudio; en fin, las prácticas abusivas de poder ejercidas por una dirección política centralizada, militar y partidista, que discrimina y anula a quienes disienten, violando sus derechos humanos”.
El texto hace un llamado a permitir la discrepancia y el ejercicio de la crítica para “evitar la inmovilidad, la corrupción y el mal actuar de los funcionarios o cualquier otro ente de la sociedad que atente contra su desarrollo”. Uno de los puntos más desafiantes es el que exige “sanar los daños que ha dejado el adoctrinamiento; sustituir las mentiras y malos hábitos aprendidos, por la voluntad y el compromiso de rescatar la honestidad y el amor a la verdad como principio”.
La parte más elocuente, sin embargo, es el mensaje que le envían a la sociedad cubana, a la que urgen “a descentralizar y recuperar el poder político que nos han usurpado”, en un desafío directo al poder absoluto que ejerce el Partido Comunista, amo y señor de la isla, que controla con mano de hierro la vida de los cubanos desde el triunfo de la revolución, en 1959. Los firmantes del manifiesto, pesando en un posible cambio en su país, afirman que esperan que la Cuba del futuro “sea diseñada desde las necesidades y deseos de todos los ciudadanos cubanos, con iguales derechos para participar en su diseño, más allá de su ideología, filiación política o el lugar donde residan”.
El documento centra las demandas al régimen en la garantía de las libertades políticas, incluyendo libertad de expresión, de creación, de protesta o manifestación pacífica; las libertades económicas, relacionadas “al derecho de todo ciudadano a las distintas formas de participación económica, de propiedad y gestión”; la legalización de medios de comunicación independientes y el derecho de asociación.
El alegato final es un llamado de rebeldía a los cubanos: “Con la convicción de que ganar estos derechos comienza por la voluntad de defenderlos con valentía, instamos a todos los cubanos, dentro y fuera de Cuba, a la unión y a la paz, al entendimiento y a la comunicación, a la búsqueda de la verdad, expresando lo que pensamos y sentimos, defendiendo solidariamente a quienes son reprimidos y difamados por expresarse libremente”.
Fuente: El País 16.04.2021