Llegaron de madrugada y en muchos casos se llevaron hasta las fotos familiares. Era marzo de 2003 y la noticia se fue completando a retazos en la medida en que los registros policiales se prolongaron y los vecinos comenzaron a dar la voz sobre las patrullas, los uniformados y los arrestos. Aquellas jornadas se conocerían más tarde como la Primavera Negra, una ola represiva que dejó profundas heridas pero también moldeó el rostro actual de la disidencia en la Isla.
Eran tiempos en que el oficialismo cubano estaba envalentonado. Con un Fidel Castro todavía activo a la cabeza y una entrada constante de petrodólares desde Venezuela, el régimen cubano creía que podía tocar el cielo con las manos y controlar cada nube. Desde inicios de siglo había lanzado una tras otra ofensivas energéticas y sociales con el reclutamiento de miles de jóvenes que lo mismo despachaban gasolina en los servicentros, repartían refrigeradores o lanzaban golpes en un acto de repudio. Se habían frenado también las reformas económicas a las que obligó la crisis del Período Especial. SEGUIR LEYENDO>>