Cuando niño nos divertíamos con esta puya: “Juguemos en el bosque mientras el lobo no está. ¿Lobo, está?”. Era un juego de persecución excitante e inquietante, un crescendo de expectativas donde había que correr o la bestia —otro niño, un adulto— te atrapaba y te comía. Nos seducía la idea de provocar a una criatura amenazante pero no teníamos dudas: nadie quería ser atrapado por el terror.
Ahora un lobo recorre España, y su amenaza no es un juego. Vox, uno de los más recientes proyectos ultraderechistas de Europa, se convirtió el domingo en la cuarta fuerza del parlamento catalán tras las elecciones autonómicas. Cuando Vox logró presencia nacional en 2019, ya quedaba claro que España no era ajena a las tentaciones de la extrema derecha populista. Que ahora esté en el parlamento de Cataluña no hará sino elevar la tensión de un país ya hipertenso por el coronavirus y la crisis.
Vox irá al choque en una de las regiones más delicadas de la política española. Nada bueno saldrá de su cruce con el independentismo cuando la coyuntura exige menos extremismos en la mesa. Ultras e independentistas catalanes juntos darán buenos titulares y tuits, pero para la vida política equivalen a un camión de gasolina estacionado encima de una hoguera. SEGUIR LEYENDO>>