¿Tendría sentido el amor
si viviéramos en el cielo,
en la eternidad, en ese lugar
sin ayer, ni hoy ni mañana?
Todo indica que no,
el amor viene del miedo
de la seguridad inevitable
que nos proporcionan los ojos
de la niebla, de lo que se va
y no viene, del agua del mar
que se nos escurre entre los dedos.
Somos los hijos del abismo,
si todo esto tiene un sentido,
será ese, nuestra propia perdición.
El amor no se hizo para los dioses,
sino para la piel que se piensa
a sí misma, mientras la mirada
pierde su brillo, cada mañana,
y el oído se acostumbra al silencio
y somos una vez más los mismos
que una vez llegaron para irse
y todavía, a pesar de todo, no se van
La paradoja de esta cueca triste
es que el amor no ama a la muerte
sino a la eternidad de la vida toda
De tal modo que repito:
Somos los hijos del abismo,
si todo esto tiene un sentido,
será ese, nuestra propia perdición.