Entonces descubres que el futuro te ha sido amputado.
Quedó pequeñito, como un pollo recién nacido.
O cortito: como un minuto en el reloj de la pared.
Y modesto: es feliz con el yogur con granos, cada mañana,
con el aire frío que inunda la habitación, cada mañana,
e incluso con ese “como-amaneciste”, cada mañana
Entonces, si piensas en el futuro, verás que rebota
como una pelota de pimpón, lanzada hacia la puerta cerrada
detrás de la cual todo está oscuro, una puerta cada vez más cercana.
Y al rebotar, el futuro cae en el corredor del pasado y
sin que tú te des cuenta vas a recogerlo ahí, a ese pasado.
Un pasado cada vez más distinto, pero siempre pasado.
Entonces resulta que ese amor fugaz no se perdió en la niebla.
Entonces sucede que las palabras dichas con sangre, fueron solo plumas.
Entonces miras como el puñal quedó convertido en una simple cuchara.
Los parientes y amigos se preocupan cuando tú vas hacia el pasado.
Nunca entenderán que ese pasado, tu pasado, nunca ha pasado. Son locos