El cesarismo de Donald J. Trump encontró este jueves su trágico, irónico, poético destino. Fiel a su estilo, cual retorcido Julio César de Reality Show, vimos a los republicanos asestar las puñaladas finales a su amado, asediado y abatido presidente:
Empezaron los jueces locales, conservadores, quienes muchos deben sus puestos a la ola Trump, rechazando sus demandas de fraude electoral.
Siguieron los jueces de la Corte Suprema, algunos de ellos en quienes Trump invirtió gran capital político para lograr su ratificación, negando igualmente las apelaciones.
Se sumó el gobernador de Georgia, Brian Kemp, quien debe su sorpresivo triunfo al apoyo de Trump, pero que se negó a voltear los resultados electorales a su favor a pesar de la solicitud explícita del presidente.
Liderando la acción, el senador Mitch McConnell, líder de la mayoría republicana, gran alcahuete de Trump en el poder legislativo (a pesar de que en privado hiciera mofa de sus acciones), pide abiertamente ante la cámara la ratificación de Biden como presidente. Es la conclusión de un movimiento que comenzó meses antes con su negativa de apoyar un generoso paquete de ayudas sociales ante la pandemia, que quizás pudo otorgarle a Trump los votos que le faltaron para la victoria. Qué hay detrás de este movimiento de McConnell, es aún un misterio.
Otros senadores no tardaron en unir su mano a la empuñadura de la daga de McConnell, como el senador Tom Cotton, aspirante a la candidatura republicana a la presidencia, el primero en hacer leña del árbol caído. Con él, decenas de representantes republicanos, negados a votar la moción de la facción Trump en pos de rechazar la elección por supuesto fraude, sellan sobre las cuatro de la madrugada el triunfo de Biden. Es entonces cuando Pence, hasta entonces de fidelidad perruna, clava su espada sobre el César del Show, Donald J. Trump, y se reserva la estocada final, su remoción en los próximos días gracias al poder que le confiere la enmienda 25.
Es verdad que en política no hay muertos, pero sí que hay unos que han cavado su fosa mas profunda que otros. Víctima de su delirio narcisista, Trump prefirió lanzar a sus hordas contra el Capitolio, echar su capital político a una jugada de ruleta, en vez de replegarse estratégicamente para preservar su considerable liderazgo entre importantes sectores de la sociedad estadounidense. Hay que apostar, pero no tanto como para no poder volver a jugar al día siguiente. La jornada de este miércoles, dejó imágenes de un país "acosado por los bárbaros" que contrastan radicalmente con el ideal de nación que los estadounidenses se han construido en su imaginario colectivo. Las mismas serán usadas por la industria del espectáculo por muchos años y generaciones por venir, asociadas inexorablemente al nombre de Trump. Política es percepción. La jornada del miércoles 6 de diciembre del 2021 parece haber cavado muy hondo la tumba política de Trump.
¿Qué le queda ahora a Trump?
Trump podría aún jugarse la carta del auto-indulto para él y sus familiares, algo que estaba cocinándose, para tratar de salvar cara y preservarse ante ola de investigaciones judiciales y demandas civiles que se le vienen encima. Una de las peculiaridades del sistema político estadounidense, es el nivel de discrecionalidad que le otorga al presidente para otorgar indultos judiciales. Gracias a ese poder, Nixon, a pesar de sus delitoscrímenes, logró escapar de la cárcel. Lo que si nunca ha ocurrido, es que un presidente se autoindulte, aunque técnicamente sea esto posible.
La otra opción es que, siguiendo el mencionado ejemplo de Nixon, Trump negocie su renuncia ante el gabinete, asuma Pence, y que este luego lo indulte en el período de dos semanas que quedan antes de la asunción de Biden. Dado el ego narcisista de Trump, pareciera mas factible la primera opción, pero la intervención de Pelosi en el día de hoy, apuntan a que algo en ese sentido pareciera estar cocinándose.
Sin embargo, esto no resuelve el problema de fondo que se le plantea a la sociedad estadounidense. Es muy revelador que, según encuestas flash adelantadas luego de la toma trumpista del Capitolio, casi la mitad de los republicanos apoyen estas acciones. El nacional populismo que Trump encabeza en este momento es una fuerza viva que domina electoralmente el hinterland estadounidense, y está a la merced de un líder que sepa darle organicidad política y capitalizarlo. Sus estructuras están alli, haciendo el trabajo todos los días, como lo muestra sintomáticamente Breitbart, Newsmax, Parler, One America News Network y el resto del tinglado mediático de la extrema derecha en ese país. Si Trump perdió su oportunidad, vendrá otro que tomará su lugar. La realidad está allí, a merced de quien sepa interpretarla y liderizarla. La posibilidad de que el fascismo creciente en la sociedad estadounidense se haga poder, no acabará con la salida de Trump, mas se hace aun mas palpable.