Qué entendemos por presente latinoamericano es la primera incógnita a dilucidar. Anderson se ciñe a una década (2010-2020), aunque es evidente que muchas de sus observaciones sobre el chavismo, las izquierdas y las derechas suramericanas, el proceso de paz en Colombia, la normalización diplomática entre Estados Unidos y Cuba, o la consolidación del clan Ortega-Murillo en Nicaragua, remiten a una historia previa que arranca en la última década del siglo XX e, incluso, en la Guerra Fría.
Tal vez la noción de «tiempo presente» que han manejado Timothy Garton Ash y otros pensadores contemporáneos tenga menos que ver con una periodización fija —después de la caída del Muro de Berlín, después de las Torres Gemelas, después del neoliberalismo, después de Chávez…— que con la resonancia de un pasado inmediato. Buena parte de lo que cuenta Anderson pasó hace apenas cinco o cuatro años, pero su sentido hunde raíces en la larga Guerra Fría latinoamericana.