Sí, las dictaduras son púdicas, engoladas y, absolutamente aburridas.
Reinaldo Arenas
Antes que anochezca
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En realidad Cuba entera es como un jardín poético o Jardín de la Poesía donde los jardineros están por todas partes, podando y segando, haciendo cleaning. Desde Camilo Cienfuegos hasta el primo segundo de mi papá que Raúl Castro mandó a fusilar, hasta yo misma que me fui lejos y que ahora puedo decir las cosas sin que me arranquen una nariz, un codo, una rodilla, una idea, aunque siga temerosa de que me lo arranquen. Hasta todos los hijos de todas las madres que se fueron en lanchas o aviones, dejando a sus familias cojas o mancas de un pedazo que el sistema político cataloga de podrido. Ese pedazo podrido es en realidad un espejo.
La familia directa del primo segundo de mi papá que Raúl Castro mandó a fusilar vive ahora en Cutler Bay, a una hora de distancia de donde vivo yo, un pedazo lejano de su familia. Intenté llamarlos por teléfono para que me contaran la historia con pelos y señales pero nadie contestó el teléfono ayer, así que la historia del primo segundo de mi papá que Raúl Castro mandó a fusilar será contada mediocremente por alguien que ya no tiene nada que perder. Alguien que se ha ido bien lejos de un país donde todavía queda su madre, su colección de libros de uso y raros, los álbumes de fotos que su mamá nunca le va a permitir llevarse y el abrigo de corduroy de Luisa Roselia Moronta Pacheco.
El primo segundo de mi papá se había graduado de piloto en China y había sido designado a una base aérea en Holguín, dos provincias más allá de Camagüey, su provincia natal y donde siempre vivió mi familia entera hasta que yo misma naciera ahí, en un reparto de tierra sin asfaltar llamado Villa Mariana, a donde se llega en ómnibus viejos o en coches de madera tirados por caballos. Los repartos en Cuba son jardines poéticos o jardines de la poesía. Las personas se conocen y se vigilan unas a otras, formando familias de plantas carnívoras, jardines caníbales y venenosos.
Todo el mundo se sabía la historia de Guarino, el piloto que fusilaron por traficar drogas o por cualquiera de las ficciones creadas para difamar la moral de un hombre que piloteaba un avión, observando las formas de las nubes como se observa un sendero visitado. El hombre era joven y esbelto y atractivo, demasiado atractivo como para que la esposa de su superior no se fijara en él. Imagino que él tampoco pudo evitar fijarse en la esposa de su superior. Imagino que el primo segundo de mi papá y la esposa de su superior debieron amarse con tanta locura que no pudieron aguantar a sus caballos. Por eso el jefe de la base aérea tuvo que llamar por teléfono a Raúl Castro y decirle a Raúl Castro: mira lo que me está pasando. Por eso Raúl Castro tuvo que contestar el teléfono y decirle: que lo fusilen. Por eso el primo segundo de mi papá fue fusilado en Holguín sin juicio previo y sin notificación. No hubo ninguna notificación jamás que explicara la naturaleza del fusilamiento. No hubo velorio ni entierro ni lápida ni palabras en la lápida ni flores.
El sepulturero encargado de enterrarlo reconoció el apellido del piloto y llamó por teléfono a un tío del primo segundo de mi papá. Ese tío no supo qué hacer y le dio al sepulturero el número de teléfono del padre del primo segundo de mi papá que Raúl Castro mandó a fusilar, para que fuera él, con voz de sepulturero, quien le diera la noticia. Los padres del primo segundo de mi papá subieron a su máquina americana y condujeron toda la noche desde Villa Mariana en Camagüey hasta el cementerio de Holguín, donde un sepulturero sin nada que perder había enterrado a su hijo por órdenes de su propio asesino. La madre del primo segundo de mi papá, una de las tías de mi abuela, escarbó con sus propias manos y uñas en una fosa en la tierra hasta que las partes del cuerpo de su hijo, un piloto joven y esbelto y fusilado, quedaron a la intemperie, inexpresivas y muertas, para siempre.
Ella había desenterrado a su hijo con sus propias manos y estaba viendo a su hijo con sus propios ojos, nadie se lo podía contar de otra manera. Nadie pudo difamar a su hijo frente a ella pero sí frente al resto del reparto Villa Mariana, un reparto de periferia aledaño a la carretera Circunvalación y a la Escuela Militar Camilo Cienfuegos en Camagüey. Esas personas, por supuesto, se vieron obligadas a irse del país, porque la única forma de sobrevivir al mal, si es que se sobrevive al fusilamiento sin causa de un hijo único, es yéndose y olvidando.
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En realidad Cuba entera es como un cementerio lleno de sepultureros. Algunos no tienen nada que perder y otros creen que sí, que lo perderán todo si denuncian el entierro de un cuerpo que se ha enterrado por orden de su asesino, un cuerpo violado, un no-cuerpo. Los miedos de las personas son varios y de muchísimas índoles. La generalidad de los miedos se caracteriza tanto por una esencia de miseria y precariedad como por una esencia de abuso de poder. El terror que se provoca al decirle al oído a alguien: yo te estoy mirando. La facultad de mirar sobre la debilidad de ser mirado.
Las personas tienen miedo, por un lado, a perder una cuenta vigilada de correo intranet, a perder un Mega y un Giga, a perder los suministros de materiales de construcción vendidos a precios impagables pero igualmente suministrados y puestos en bandeja de plata para que las personas tengan la posibilidad de conseguir ese dinero a como dé lugar, a perder unas vacaciones en una playa cualquiera, a perder una ración de pollo de una cuota falsa de alguien que se fue del país dejándole su nombre intacto en una libreta de abastecimientos; y por otro, tienen miedo a recibir una llamada de un número desconocido, miedo a que dos policías se queden más de dos horas de pie frente a la puerta del edificio donde uno vive, miedo a que empiecen a decir cualquier cosa falsa sobre la manera en que uno se ha conducido en la vida, miedo a conducirse en la vida de una manera u otra, miedo a enamorarse de la misma persona que te vigila, miedo a que tus amigos sean los que te vigilan, miedo al miedo.
La poesía del miedo podría ser un nuevo género literario en los jardines poéticos de una dictadura de ministerios. El miedo podría ser más poético o menos poético en la medida en que las personas se desempeñen frente al ministro, un ministro clonado y repetido en cada uno de los ministerios clonados y repetidos. La Galería de Espejos y el Jardín de la Poesía. En ese jardín o museo las estatuas de los héroes, por lógica del suceso que ha tenido lugar en estos días, el suceso transversal, debieran estar de espaldas. Si son estatuas inamovibles, pegadas a la tierra con el mismo material del que están hechas, debieran despegarse a cincel limpio, debieran moverse un poco y ponerse de espaldas. Los héroes de la historia han de sentirse, por sentido común, avergonzados. Si los héroes de la historia no se sintieran todavía avergonzados, propongo separar de la tierra sus estatuas, de la misma forma que si sintieran vergüenza, colocándolas de espaldas al camino por donde pasan las personas atrofiadas, sin ideas ya para mantenerse en pie. Mi propuesta tiene su fundamento en el respeto hacia unas personas que no siendo del reino vegetal han sido podadas y ornamentadas, segadas de la más simple de las preguntas: ¿quieres?
Hay poesía, sobre todo, en aquellas personas que dicen que son felices y que la cuota de la bodega les alcanza para alimentarse los 30 días del mes. La poesía de la cuota de comida por cabeza, por unidad, por núcleo, por familia. La poesía del file de huevo y de la libra de azúcar prieta. La poesía de la mortadella verde y del picadillo de soya con olor a miedo. La poesía de mi mamá sonriente frente a una niña de diez años que la mira con cara de miedo cuando ella le pone en la mochila de la merienda el pan con azúcar prieta número 365. Una niña podada de la más simple de las preguntas: ¿quieres? Una niña multiplicada, traumatizada. Una niña destacada.
Hay poesía también en la falta de miedo. Los que logran abandonar el país empiezan a desperezarse poco a poco, a veces tocar la tierra basta para desperezarse. Con la distancia empieza el proceso de desintoxicación, de la mente abierta y el conocimiento. Había poesía antes y ahora esa poesía, la del miedo romántico donde las cosas son expuestas a base de metáfora para que nadie sepa de qué está hablando uno, cae al piso como un ojo de vidrio, ciego.
Me refiero a las personas que vivieron sus infancias y sus adolescencias en un adoctrinamiento fiel, como la mayoría de los adultos que tienen mi edad, y también a las personas que les conviene más el mencionado Jardín y la dichosa Poesía. Esas personas que cuando uno dice: despojar a un hombre de su propia casa es despojarlo de benevolencia; te responden con: quien pierde un techo gana las estrellas. Porque no es verdad. Quien pierde un techo solo gana desamparo, rabia, resquebrajamiento, maldad. Lo del techo y las estrellas le funciona al Rey León. En una dictadura, las estrellas y el fango son sinónimos.
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A mí, que no vivo en el país donde nací hace más de cinco años, me da miedo la cuota de la bodega y la poesía de la cuota de la bodegamás que la falta de cuota y la falta de poesía, porque en esos dominios está constituida la mecánica de un sistema-murciélago que chupa los glóbulos rojos de las personas que hacen poesía y de las que no hacen poesía.
A mí me da miedo no volverte a ver. A mí me da miedo no volverme a ver. A mí me da miedo que no nos queramos ver. A mí me da miedo que al vernos, no nos podamos ver. A mí me da miedo mirarte. A mí me da miedo mirarme. Yo no quiero ir al jardín. Por eso la poesía del miedo es peor que el miedo y que la idea del miedo. La poética del terror y lo que uno es capaz de construir a base de ese terror es la foto del terror que quedará guardada en el álbum personal de cada uno. El miedo como mejor amigo. El miedo como selfie de tu mejor amigo.
Estábamos conversando en grupo. Frente al mar. Pegados a la costa. La calle era un poco más alta, sin muro, y luego venía el mar, que empezaba bajito porque había roca en un tramo largo, irregular. Cuando mirabas hacia el agua había un cementerio de camiones. La gente llegaba manejando camiones viejos y se metía al agua con el camión. El camión empezaba a hundirse o a desestabilizarse y la gente se tiraba al agua y salía. En uno llegó una mujer manejando. En otro unos hombres, una mujer y un niño. Era peligroso porque parecía que estando en el agua el camión les iba a caer encima pero salían. Los demás se quedaban ahí parados mirando, conversando, enseñando cosas en los teléfonos y hablando con el entrenador. La imagen de los camiones así con el agua por la mitad y todo destruido era bonita y rara.
Cualquier movimiento llevado a cabo en el Jardín de la Poesía para desactivar una dictadura de miedo será con miedo y con pánico, provocando un movimiento torpe a veces, tímido y lento, provocando un movimiento contradictorio a veces, insuficiente a veces, ingenuo. Pero a veces llega la fiebre eufórica del desespero y el movimiento se dispara hacia varias direcciones, manguera frenética en el Jardín de la Poesía donde los jardineros están podando. Las personas en el Jardín de la Poesía, si están acostumbradas a algo, es a vivir con miedo, hacer sus cosas con miedo, cruzar la calle con miedo, ir a comprar la cuota de la bodega con miedo, comerse aquello con miedo y luego, al final del día, tener su acostumbrado corte digestivo con el mismo miedo pero sin asustarse. El miedo es el estado normal.
Existe una forma de gobierno llamada dictadura y allá, en el último confín del horizonte, detrás de lo que sea que hay ahí, incluidas la emoción y la imaginación, existe un punto de caspa, concreto, denso, que podría llamarse Tragedia Griega (escena donde dos o más de dos personajes se enfrentan y dialogan dando pie al conflicto) pero que se llama Monólogo. Y tampoco la palabra monólogo, por su teatralidad inherente, se presta para el momento.
En realidad el punto de caspa se llama No-Boca. Y más allá, después de las nubes y de las bajas presiones, después de los aviones y de las aerolíneas, después de los pájaros migratorios y de cualquier ser vivo migratorio, existe un punto que podría llamarse Poesía pero que parece un mojoncito de conejo o una mancha de mojoncito de conejo así que no creo que se llame Poesía aunque de las manchas y de los mojoncitos puede salir poesía muy bella. Algo redondo y oscuro, para que me entiendas.
Y más allá, detrás de los bosques de eucaliptos, de los bosques de zumaques y secuoyas, de los grandes bosques de árboles inmensos, existe un punto fijo, unigénito, que podría llamarse Amor o Verdad o Estupidez pero que se llama Miedo. Puntos que viajan a la velocidad de la luz como jinetes del apocalipsis, como mosquitas muertas. Chispas que se abalanzan como buches por un cierto corte digestivo, chisporroteos por un cierto corte digestivo. Que vienen hacia uno para martirizar a uno. Que merodean sobre ti mismo para descomponerte a ti mismo, con mal olor, con olor a root canal. ¿Tú has olido un root canal? ¿Ese momento anterior a la corona? ¿El momento de la fosa abierta en una encía-cadáver?
Fuente : https://revistaelestornudo.com/poesia-cuba-jardin-fusilamientos-miedo/