Esta época, que multiplica su vértigo en una selva pantallas, también asiste a una recelosa renovación del respeto al libro. Un reconocimiento equívoco, tardío, que parece una despedida. Esa veneración crepuscular, es paradójicamente enfatizada hace un tiempo por el celuloide. Desde el ambicioso pasaje biográfico de Hanna Arendt que dramátizó el film de Margareth Von Trotta hasta vuelos líricos sobre poetas muertos de un film anterior o las bucólicas semblanzas sobre las librerías londinenses de King Cross de un tercero, no cesa de aludir el cine a esa espiritualidad en retirada. No queda claro si es un homenaje que la imagen hace a la letra o un testimonio más de la sustitución que realiza. Lo cierto es que, sobre esa economía de pérdida, el libro y el lector vuelven a definirse.
Los libros han sido, desde el siglo XIX, símbolos de la persuasión y el poder de la razón. ........