José Joaquín Brunner - OPORTUNISMO Y NECESIDAD DE LAS IDEAS



Una crisis de magnitud, como la que experimenta nuestra sociedad desde octubre pasado, puede provocar cambios culturales de largo alcance. En cualquier caso, está produciendo, desde ya, nuevos arreglos en el plano de las ideas e ideologías.


De un lado, las tradiciones de derecha —fuerte presidencialismo, soluciones privadas para males públicos, desconfianza en el gasto fiscal, temor frente a los excesos de intervención estatal, cultura de esfuerzo, ahorro y éxito individual— han empezado a girar en sentido contrario: parlamentarismo y fronda partidista, inevitable socialdemocratismo, disposición al endeudamiento fiscal, intenso uso de mecanismos centralistas de tipo burocrático, y alineamiento con un modelo de preferencias colectivas y recompensas inmediatas.

Del lado de las izquierdas, los giros son igual de pronunciados: del seguro social al uso de los ahorros individuales; de la sospecha frente a la propiedad a su afirmación sin límites; de un rechazo absoluto a las disciplinas panópticas a un máximo de confinamiento y seguridad; de una tradición cultural de partidos ideológicos que iluminan y organizan a las masas a una creciente sensibilidad populista que se deja llevar por los sentimientos de la gente y la opinión pública encuestada.

Con todo, las rearticulaciones en curso en el plano de las ideas e ideologías sobrepasan la mera coyuntura. No buscan adaptaciones oportunistas solamente. Se funden con corrientes más profundas —de época, civilización o paradigma, según suele decirse— que, en Occidente al menos, están sacudiendo las bases de los ordenamientos ideológicos heredados del siglo XX.

La Guerra Fría mudó hacia un cuadro más dislocado, policéntrico y complejo. El comunismo acabó en escombros ideológicos y lo que resta de él son piezas de museo o un “comunismo del desastre” (Zizek). El capitalismo y la democracia liberal se hallan cuestionados en sus fundamentos y resultados. Los modelos de organización social y política —socialdemocracia, socialismo, neoliberalismo, tercera vía, neoconservador, libertario y otros modelos— están agotados o desacreditados, y las nuevas propuestas —diversos populismos, nacionalismos, democracias iliberales, socialismo siglo XXI, capitalismos de Estado-partido-único, fundamentalismos religiosos, variados autoritarismos— no generan orientaciones aceptables ni compartidas.

En estas condiciones, la exploración de ideas, el ejercicio de la crítica, la reflexión sobre modelos, la deliberación pública, el rol de los centros de pensamiento, la circulación de los discursos emergentes, la capacidad de innovación intelectual; todo eso, se vuelve clave para la difícil década que tenemos por delante.