Fernando Yurman - ESO QUE NOS VIENE

 


Con el paso del tiempo la epidemia está cobrando sus víctimas más allá del cuerpo. Las encuentra en la economía, en la mente, en la noción de realidad. Lo último no es debatido de manera práctica, pero su presencia erosiona la matriz de certezas donde se apoyaba el pensamiento. Hay un enrarecimiento de los mismos reclamos, todo queda suspendido en un enigma mayor: esto que nos viene.

El desconocimiento de lo que no se sabe ha sido siempre una intuición de los pensadores. El visaje abismal de ese infinito, su mareo inevitable, alentaba cultivar los interrogantes del universo. Pero hoy, más que una categoría epistémica, resulta una poderosa intuición colectiva que acompaña la plaga del Covid-19. Es su principal revelación. Aunque no ilumine nada, permite opacar buena parte de los saberes previos. Tiene el gran filo que hubiera anhelado la navaja de Ockham para reducir la retórica floreciente de la filosofía medieval. Y que, a su pesar, siguió polinizando las concepciones que agotaron hasta hoy la cavilación histórica. No está clara la anormal “nueva normalidad”, pero se advierte el nuevo silencio que permite esta poda. La mascarilla ha devenido casi un símbolo del laconismo. Excepto para políticos, periodistas o voceros oficiosos, el lugar común vegeta menos y se pierde en el océano de perplejidad que depara la epidemia.  Aparte de un bálsamo para las tormentas de fake-news, este mutismo es muy fértil, desanda las percepciones habituales y aumenta el provechoso sentimiento de ignorancia. Renueva la intimidad.

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