La desaparición de un mundo bipolar fue interpretada como el fin de la historia. Se inauguraba una nueva era bajo la hegemonía de Estados Unidos, que afirmarían sin oposición sus intereses, en el marco político de democracias liberales. Un think-tank neoconservador, el Proyecto para el Nuevo Siglo Americano, con Rumsfeld, Cheney y Wolfowitz en sus filas, llegó a diseñar la formación de un nuevo Imperio romano, rodeado de países satélites, con la incorporación de Irak y sus recursos petrolíferos en Oriente Próximo. Solo que tras la invasión de Irak, la maniobra acabó en desastre, agudizado al incendiarse la región a partir de 2011 cuando fracasa la primavera árabe. En vez de un cinturón de seguridad, Occidente se encontró con la expansión del yihadismo, y el doble reto del Estado Islámico y de los renacidos talibanes.