De la única mayoría que podemos hablar sin temor a equivocarnos, es de esa que no solo sale reflejada en devastadores informes que revelan el altísimo porcentaje de venezolanos que pasa hambre y que nos ubica entre los países más pobres del mundo, sino de la que todos podemos constatar con echar una mirada a nuestro alrededor para ver los rostros cansados detrás de las mascarillas improvisadas, al borde de sus fuerzas para seguir enfrentando una situación que empeora ya no con el paso de los meses y los días, sino de las horas.
La otra, esa mayoría que suele exhibirse como capital político y en nombre de la cual muchos se llaman dirigentes y toman o dejan de tomar decisiones, no es una mayoría verdadera. Porque las mayorías políticas siempre son el resultado de un conteo que le pone cifras a la forma de pensar de los ciudadanos y que es el resultado de su expresión en las urnas.