Nuestras calles y avenidas ya estaban casi vacías antes de la pandemia. Industrias y negocios cerrados adornaban unas ciudades que se iban desdibujando mucho antes de que el mundo posara sus ojos en Wuhan y se desataran el pánico y las alarmas. Ya estábamos a oscuras, el agua en las tuberías era un milagro, la mayoría pasaba hambre, morían niños de desnutrición y nuestros hospitales contaban historias de terror mucho antes de que la OMS y sus reportes diarios pusieran a la humanidad en alerta.
Nosotros ya teníamos los efectos de una pandemia antes de la pandemia. La devastación de las economías que empezaron a verse afectadas en el mundo entero cuando millones de seres humanos tuvieron que dejar sus trabajos y recluirse en sus casas para evitar al malvado virus, era una realidad con la que nosotros ya veníamos lidiando y con la que apenas lográbamos sobrevivir.