José Miguel Rodriguez - PROFECÍA AUTOCUMPLIDA


 Los hechos: La AN que representa Guaidó se negó persistentemente, y desde hace mucho tiempo, a trabajar para nombrar un CNE. Bajo la presidencia de Guaidó no podía hacer otra cosa. Habría significado contradecir la línea de la locura, la del llamado mantra, la que ponía en primera línea el fin de la usurpación. ¿Como perder el tiempo en nombrar un tribunal con el que nunca iba a estar de acuerdo? ¿Cómo justificar ante los halcones del norte que estaban trabajando por el fin de la usurpación y a la vez por las futuras elecciones? La AN, presa de sus propias contradicciones, había sido encerrada por el extremismo en un laberinto que no conduce a ninguna parte. 

El régimen reaccionó entonces como el extremismo había previsto (y esperaba): nombrando a través de su TSJ un CNE la la medida de Maduro. Para decirlo en tono algo cínico: el negocio tácito entre Guaidó y Maduro fue redondo. Maduro será propietario de la totalidad del poder institucional y Guaidó, en nombre de nadie sabe qué, el propietario de la totalidad del poder simbólico insurreccional, de la dignidad moral y tal vez, de un lujoso gobierno en el exilio. 

La autoprofecía del abstencionismo ha sido cumplida. Gracias a Guaidó los extremistas que le siguen y los blandengues del ex-centro político, quienes en nombre de una unidad que nunca ha existido le llevan el amén, Maduro obtendrá el poder real y Guaidó el poder simbólico. ¿Quién pierde? Ninguno de los dos. Ambos han conseguido lo que querían. El único perdedor será un tercero: un pobre pueblo hambriento, aprisionado bajo las garras de una monstruosa hidra de dos cabezas, nacida del cruce obsceno entre un gobierno con pretensiones dictatoriales y una oposición que ocupa el lugar que más conviene a Maduro: el del enfrentamiento ficticio, el de la bravuconearía inútil, el del fin de la política.

¿Qué queda a los sectores democráticos? Solo tres objetivos:

1 Levantar candidatos donde se pueda sabiendo que, aún perdiendo, podrán denunciar al régimen en las calles mientras una oposición cada vez más errática transita por un desierto sin tierra prometida. 2. Mostrar que ni el gobierno extremista ni la oposición extremista podrán doblegar el espíritu del 6-D.

3. Y, no por último, encender un faro de orientación dirigido a los muchos descontentos que existen en los partidos de oposición.

Es poco, tal vez. Pero un día puede ser mucho.