CUATRO POEMAS DE GONZALO MILLAN


Gonzalo Millan, 1947-2006 (Santiago de Chile)

EPIDEMIA 

Son necesarios
varios millones de virus
para conseguir un punto visible.
Y varios millones de puntos
para conseguir una sola línea.
¡Cuántos millones de líneas!
¡Cuántos millones de puntos!
¡Cuántos millones de virus!
AUTORRETRATO EN AVENIDA PERÚ 931
Son unas cuantas cuadras de casas dispares:
Microvillas pomposas, casas-barcos,
Casas de corredores profundos como trenes;
Y uno que otro edificio raro por moderno.
Son gritos de almuecines palestinos.
Son fingidos castillos con almenas
En sus torres y gárgolas de mampostería;
Escudos de fantásticos y añejos linajes
En las estrechas ventanas con vitrales.
Es un alquilado y alto caserón ocre
Que da la espalda a la montaña
Y mira por el balcón a una alameda
Que se ajusta como un collar de esmeraldas
A la cintura del cerro.
Es una avenida de eslabonadas bandejas
Que limita con las aspas dominicanas
Y el Molino San Cristóbal
Es un camino de cipreses para las carrozas
De azúcar y charol que siguen a los cortejos.
Es una larga pizarra con la palabra zorra
Para los camiones que se pierden de vista
En sentido contrario chorreando
Una interminable línea de harina.
Sus calzadas dobles no tenían marcas
Entonces de los rieles de los carros.
El pavimento estaba hecho para rodar
En un Studebaker de neumáticos blancos
Como la familia feliz de las revistas
Más allá de los curas y locuras,
Lejos de los hospitales y cementerios.
AUTORRETRATO EN LA CHIMBA
1. Mapa
Si el Centro es máscara de nuestra legalidad,
la Chimba es espalda, contracara, reverso.
Carlos Franz, La muralla enterrada
Todavía desfigura la cumbre del cerro
Que domina el paisaje oeste de la memoria,
La dentellada que fue cantera de forzados.
Una herida pirámide fue mi primer templo
Natural de verdes y largas faldas
Con el viejo altar de Tupahue en la cima.
Después llegaron los misioneros
Con cruces y capuchas negras,
El aeroplano de Santos Dumont
Y la calle Recoleta que tenía por sur
El río y por norte los Cementerios.
El Cerro Blanco era de una aridez deslumbrante
Como una vértebra perdida de la cordillera.
La calle Olivos coronaba la Casa de Orates
Y los locos vagaban por las desoladas laderas
Vestidos con viejos uniformes militares.
El viento prendía hilachas de sudarios en las zarzas
Y alojaba perros con escápulas bajo los espinos.
El molino oponía un dique de nieve tibia
A la muerte y la locura.
El Polígono se defendía con francotiradores
Extendidos disparando a blancos fantasmas.
Crecí oyendo el eco de esas balaceras lejanas,
El zumbido de las hilanderías en algún garaje
Y los relinchos de las caballerizas fúnebres.
2. El paradero
…donde acaban las líneas de los buses
y empieza el invierno.
Fernando Alegría
Después venía el paradero
De las micros Funicular-San Ramón,
La garita delante del cañaveral
Con la grasa, el aceite y el humo.
Las máquinas vacías antes de partir.
Al pie del cerro de la memoria
En el monte del Olvido,
Está el kilómetro cero
De mis salidas y llegadas,
Despegues y relámpagos,
Navegaciones y regresos.
Es el muelle inicial, el primer andén,
La pista del primer vuelo y aterrizaje.
Aquí se inauguraron las fugas breves y discretas
Y las largas ausencias del niño cortaboletos.
Me hice un adicto a los viajes
Elásticos de los autobuses,
Un circo de vértigo regular y ambulante
Con choferes y trapecistas,
Payasos y mecánicos,
Cantinflas con baldes y escalas,
Inspectores y pasajeros contorsionistas,
Amazonas pintadas y pintores de letras.
Banderas y coronas de flores
Colgando de las ventanas.
Es la calcomanía del equipo
Del lucero matutino (Santiago Morning Star)
Y el botín de lana huacho
Colgando del parabrisas con números.
AUTORRETRATO A LA SALIDA DEL CINE RECOLETA
Para Mariano Aguirre, ilustre chimbano.
La primera vez que fui al cine sin mis padres fue al Cine Recoleta.
Fueron también mis primeras funciones de rotativo, tardes enteras con
dos o tres películas y bolsa de guindas secas.
Fue también el primer encuentro con la fauna de los biógrafos del barrio.
Las primeras metamorfosis del hombre lobo, los gritos y tallas, las
obscenidades impunes en la oscuridad.
Los primeros besos con una escotada y borracha Susan Hayworth.
Los insultos al Cojo que se esforzaba por restablecer la continuidad del
trance con una pachorra insoportable.
Por primera vez entre compañeros del colegio y entre conocidos y
desconocidos, fuera, lejos de casa, en otra parte.
El pelo y los pantalones cortos con copetes de chincoles.
En el gabinete de la memoria (gabinete del doctor Caligari) ciertos cines
(hoy desaparecidos) conservan solo ciertas películas.
Me gustaban las cintas de guerra, el circo romano, las matanzas y masacres indiscriminadas.
Era un admirador de Atila y Gengis Khan.
Prefería los vaqueros rudos (Randolph Scott, Gary Cooper) a los vaqueros cantores (Gene Autry y Roy Rogers).
Me gustaban más los hampones que Fred Astaire o Gene Kelly.
Mi historieta preferida era Plasticman.
Soñaba por la mañana que era el Hombre Invisible y por la tarde que era Robinson Crusoe.
Jugando a los piratas temía a los caníbales y leprosos de los Mares del Sur.
En mis pesadillas moría estrangulado por los seguidores de la diosa Kali.
(Afuera todavía corrían entre los adoquines los rieles de los tranvías)
Allí vi Marabunta. La mosca, Tarántula, La cosa, Los ladrones de cuerpos,
El increíble hombre menguante, que se encogía tanto, tanto,
que apenas podía alzar un fósforo y después peleaba con un alfiler
como espada contra una araña de rincón enorme.
Allí me reía con Cantinflas y Jerry Lewis y me divertía con Mister Ed el
caballo parlante.
En el Cine Recoleta (que hoy es un garaje) entre los fierros de un Spider
de plata, aún vive James Dean.
Y en medio del estruendo de la vulcanización, pena el Rock del Reloj de
Bill Halley y sus cometas mientras desabollan El Dorado Cadillac
púrpura de Elvis.