Un buen poema
es ese
al que tú lees
y al
leerlo algo en ti se separa.
Es el
que te lleva a un río,
o a un
mar o a una cama.
Es el
que te revela la esencia de la lluvia
y el
flujo eterno del universo
y la
profundidad de un dedo
en la
llaga.
Un buen
poema es el que leíste
y al
leerlo algo ha cambiado.
O al
que después de leerlo, lees de nuevo
y
compruebas que, después de todo,
nada ha
cambiado. Aunque:
todo a
partir de ahora será distinto
al que
tú eras antes de leerlo.
Un buen
poema, al fin, es ese:
el que
aún sin saber como era,
esperabas.