En estos momentos el tema de la pandemia concentra la política en
casi todas naciones del mundo. Los gobernantes saben que de acuerdo a
como procedan en tiempos pandémicos serán después juzgados. De
unos se dirá que fueron líderes, de otros que actuaron mal o tarde
o de modo irresponsable. A no pocos con la pandemia se les irán los
votos. Solo así se explica que las respuestas frente al desafío
sean tan disímiles. Ellas, queramos o no, tienen que ver con razones
políticas, o si se prefiere, con las estructuras y tradiciones
políticas de diversas naciones. No obstante, más allá de las
diferencias, los modos y formas de gobierno han debido ser alterados
en casi todos los países.
Por doquier han surgido Estados de Emergencia, Estados de Excepción
e incluso Estados de Sitio. Para muchos se trata de simples
sinónimos. Es preciso, sin embargo, atender a las diferencias pues
ellas serán de suma importancia cuando llegue el momento de
configurar la política de la era pospandémica la que, tarde o
temprano, deberá sobrevenir.
Definamos:
Estado de Emergencia: surge cuando son aplicadas
medidas de excepción contempladas en la Constitución.
Estado de Excepción: surge de la necesidad de
aplicar medidas que, si bien no son anti-constitucionales, son en
primera línea pre- o extra- constitucionales.
Estado de Sitio significa, lisa y llanamente,
suspensión del Estado Político por el Estado Militar.
La diferencia entre Estado de Emergencia y Estado de Excepción es
muy importante. Ella fue claramente formulada por el jurista alemán
Carl Schmitt en su polémica con las tesis del otro gran jurista de
su tiempo: Hans Kelsen. Para Kelsen, el Estado de excepción derivaba
de la aplicación de la norma constitucional. Para Schmitt, en
cambio, la norma proviene (históricamente) de una decisión
subyacente en el periodo pre-formativo del Estado. Schmitt en ese
sentido estaba cerca de Thomas Hobbes de la misma manera que Kelsen
lo estaba de John Locke.
De acuerdo a Kelsen, el Estado de Excepción devenía del Estado de
Emergencia mientras que para Schmitt ocurre exactamente al revés: el
Estado de Emergencia es un subsidiario del Estado de Excepción. Pero
Schmitt fue más allá de su propia formulación: según su teoría
política, de la capacidad de un gobierno para dictar la
excepcionalidad del Estado dependía su soberanía. Un gobierno que
no está en condiciones de dictar la excepcionalidad del Estado, no
es soberano. “Soberano es quien dicta el Estado de Excepción”,
fue su famoso dictado (Teología Política).
Cabe agregar que la palabra “soberano” según Schmitt, debe ser
entendida en sus dos significados: el histórico que recuerda la
existencia - real o ficticia - de un soberano (rey) y soberano en
sentido hegemónico, vale decir, un poder que prima por sobre todos
los demás poderes.
Para Schmitt el soberano republicano no solo es el gobernante, sino
el ejecutivo cuando asume la representación de todo el Estado. En
breve: cuando el gobernante se convierte en estadista. Para Kelsen en
cambio el concepto de soberanía inter-estatal no existe. Según su
opinión, el Estado como conjunto debe ser construido sobre la base
de un equilibrio de poderes. Todo lo contrario según Schmitt, para
quien el Estado supone la soberanía (hegemonía, supremacía) del
Ejecutivo. Sintetizando podríamos decir entonces que mientras Kelsen
era el teórico del Estado democrático, liberal y parlamentario,
Schmitt fue (en cierto modo lo sigue siendo) el del estatismo
autocrático. La discusión subsiste en nuestro tiempo y ha vuelto a
reflejarse en los días del Coronavirus, cuando diferentes gobiernos
se han visto en algunos casos obligados a poner en forma el Estado de
Emergencia y en otros al Estado de Excepción, no faltando algunos
que han recurrido a la suspensión del Estado Político a fin de
sustituirlo definitivamente por el Estado de Sitio (dictadura
militar).
En términos generales, la mayoría de los gobiernos occidentales ha
dado curso al Estado de Emergencia y la mayoría de los gobiernos
asiáticos al Estado de Excepción e incluso al Estado de Sitio, como
es el caso del presidente de Filipina, Rodrigo Duterte, quien ha
ordenado disparar a matar a quienes transgreden la cuarentena.
En América Latina la tendencia es similar a la europea-occidental:
gran parte de las medidas adoptadas por sus gobiernos han sido
deducidas del cuerpo constitucional, es decir son de emergencia. Los
gobiernos no-democráticos a su vez - es el caso de Cuba, Nicaragua y
Venezuela - han adoptado medidas de emergencia en el marco de un
Estado de Excepción que precede al estallido pandémico. Si estas
medidas profundizarán y radicalizarán al Estado de Excepción en
dirección hacia un Estado de Sitio, está por verse todavía. Con
respecto a esta posibilidad hay un caso claramente definido: En El
Salvador, su presidente Mayib Bukele, después de haber asaltado
militarmente al Parlamento antes de la irrupción pandémica,
gobierna a su país dictando decretos desde Twitter. Bukele es el
pendant latinoamericano del asiático Duterte.
Una mención aparte merece el gobierno de EE UU. En términos
generales prevalece en la nación norteamericana, gracias antes que
nada a la prudencia de los gobiernos federales, un Estado de
Emergencia deducido directamente de la Constitución. No obstante su
presidente ha asumido un comportamiento más bien propio a un
gobernante en Estado de Excepción. No solo ignora a la oposición
sino a gobernadores de su propio partido. Amenaza a la entidad
parlamentaria, aprovecha la ocasión para emitir prejuicios racistas
en contra de China (no en contra de su gobierno), radicaliza su
política anti-migración (de por sí muy baja en tiempos de
contaminación) y desatiende las recomendaciones de los organismos de
salud pública, incitando a romper barreras a favor de las grandes
empresas económicas. En breve, en un país históricamente llamado a
ejercer liderazgo en la lucha mundial en contra de la pandemia, Trump
se comporta como un dictador encerrado en una jaula democrática.
De estas breves descripciones cabe deducir que más allá de las
diferencias teóricas que separan al Estado de Emergencia con
respecto al Estado de Excepción, hay una diferencia práctica que opera
como línea divisoria entre los dos tipos de Estado. Esa diferencia
es la siguiente: Mientras en el proceso que lleva a la toma de decisiones el Estado de Emergencia integra a la
oposición, el
Estado de Excepción la excluye. De ahí que, volvemos a
insistir, el Estado de Excepción ha sido asumido en naciones en
donde no priman normas democráticas, entre ellas, Rusia, Bielorusia,
Turquía, la mayoría de los estados islámicos, los países
sud-asiáticos y los tres países no democráticos de Sudamérica a
los que se suma el derechista Bukerke (acerca de los Estados
africanos, dada relativamente la baja virulencia que hasta ahora
muestra el impacto pandémico, no disponemos de abundante
información).
El Estado de Emergencia en cambio ha sido aplicado por gobiernos que
adscriben a las normas de la democracia representativa. Una excepción
en Europa es la de de Viktor Orban, mandatario que, utilizando la
emergencia en Hungría, ha decidido clausurar al Parlamento y
gobernar de acuerdo a las normas clásicas del Estado de Excepción.
Uno de los Estados de Emergencia mejor constituidos es el que se ha
dado en Alemania bajo el gobierno de Angela Merkel. Para que ello
fuera posible se requerían dotes políticas no frecuentes entre los
profesionales políticos. Primero, Merkel fue una de las primeras en
reconocer el peligro. Segundo, conversó el tema con los dirigentes
de los principales partidos, logrando el apoyo tácito de los
socialdemócratas, de la Linke y de los Verdes. Tercero: buscó el
asesoramiento los mejores institutos de medicina y virología del
país. Cuarto: detectó los pasos a seguir: dado que el virus no es
detenible, se trataba de retardar su avance a fin de no recargar la
atención hospitalaria. Quinto: habló a la ciudadanía sin ocultar
la dimensión de la tragedia que se avecinaba.
Con toda razón, incluso en los EE UU de Trump, ha aparecido una
suerte de – así la llamó el periódico Die Welt- merkelmanía.
Pero,
suele suceder, nadie es
profeta en su tierra. No pasaría mucho tiempo para que Merkel
comenzara a ser acosada desde
diferentes flancos: primero
desde una izquierda más
“democratista”
que democrática, una
que ve en las medidas de
emergencia una restricción a los derechos ciudadanos. A ellos se
sumó de modo grotesco la extrema derecha nacional-populista.
Justamente AfD, el partido
que aboga por la restricción radical de las libertades ciudadanas,
intenta perfilarse hoy como su defensor. El nacional-populismo es
secundado por el partido más oportunista de la nación, FDP, los
ayer liberales, quienes
exigen la suspensión de las
medidas de emergencia, justamente en los momentos en que la cifra de
contagiados alcanza su nivel más alto. Y no por último, Merkel debe
soportar la presión que proviene de diversos ministros-presidentes
de los estados federados quienes, a diferencia del gobierno central,
están vinculados a múltiples intereses locales, casi siempre
económicos.
Los
aflojamientos realizados con
el desacuerdo de Merkel y del Robert Koch- Institut, pueden colocar a
Alemania al
nivel de tragedias como la italiana o la española.
Si eso llega a suceder,
quienes hoy protestan en contra del Estado de Emergencia serán los
primeros que acusarán a
Merkel de no
haber tomado más medidas
restrictivas.
Es muy difícil gobernar en democracia en tiempos de crisis. Los
dictadores la tienen más fácil. Pueden incluso dar las cifras que
les parezcan más convenientes.
Falta todavía mucho tiempo para que desaparezca el peligro
pandémico. Las vallas erigidas en su contra, las mismas que separan
a un Estado de Emergencia de un Estado de Excepción, pueden ser más
frágiles de lo que se piensa. Y la cercanía del Estado de Excepción
con un Estado de Sitio, será siempre un peligro latente.
Pocas veces la razón democrática
ha sido sometida a un desafío tan grande como en estos aciagos
días.
Referencias en español:
Schmitt, Carl Teología Política, Madrid, Trotta
Schmitt, Carl y Kelsen, Hans La polémica Schmitt/ Kelsen sobre la
justicia constitucional, Madrid, Tecnos
Kelsen, Hans El Estado como integración, Madrid, Tecnos