Un organismo microscópico cuya única habilidad consiste en replicarse en un huésped, en este caso humano, y saltar de éste a otro y así sucesivamente sin discriminar entre izquierdas y derechas, capitalistas o socialistas, legítimos o ilegítimos, no puede ser enfrentado desde estas ya habituales trincheras desde las que abordamos nuestros problemas o la derrota estará garantizada.
Acostumbrados a culpar al foro de Sao Paulo unos o al Fondo Monetario Internacional otros dependiendo del lado de la acera en que se encuentren, debemos bajar la mirada para entender que la única acera que todos estamos pisando ahora mismo es la de la amenaza que este germen invisible a nuestros ojos representa. Dotado de esa capacidad de multiplicarse sin obedecer a otras leyes que las de su propia naturaleza, ninguna barrera ideológica o moral, podrá frenar esa multiplicación de vértigo si no oponemos barreras reales a su curso devastador y seguirá repartiendo casos sospechosos, fiebres, neumonías y muertes mientras nosotros repartimos culpas.
SEGUIR LEYENDO>>