Mario
Vargas Llosa ha sido censurado en China. ¿La razón? Haberse
referido al gobierno de ese país en términos que a sus autoridades
parecieron inaceptables. Citemos el párrafo:
“Nadie
parece advertir que nada de esto podría estar ocurriendo en el mundo
si China Popular fuera un país libre y democrático y no la
dictadura que es. Por lo menos un médico prestigioso, y acaso fueran
varios, detectó este virus con mucha anticipación y, en vez de
tomar las medidas correspondientes, el gobierno intentó ocultar la
noticia, y silenció esa voz o esas voces sensatas y trató de
impedir que la noticia se difundiera, como hacen todas las
dictaduras. Así, como en Chernóbil, se perdió mucho tiempo en
encontrar una vacuna. Sólo se reconoció la aparición de la plaga
cuando ésta ya se expandía. Es bueno que ocurra esto ahora y el
mundo se entere de que el verdadero progreso está lisiado siempre
que no vaya acompañado de la libertad. ¿Lo entenderán de una vez
esos insensatos que creen que el ejemplo de China, es decir, el
mercado libre con una dictadura política, es un buen modelo para el
tercer mundo? No hay tal cosa: lo ocurrido con el coronavirus debería
abrir los ojos de los ciegos”(¿Regeso al Medioevo? El
País,14.03.2020)
Sin
duda las palabras de Vargas Llosa no son chocolate con guinda en el
paladar de los jerarcas chinos. Pero si ellos hubieran querido
confirmar la opinión del nobel, no podrían haberlo hecho mejor. De
hecho tenían tres alternativas: La más obvia: ignorar el artículo.
La más política: responder y abrir un debate público sobre el
tema. La más dictatorial: extender censura no solo al artículo,
sino a toda la obra del escritor, hecha desaparecer de un día a otro
en todas las librerías de China.
Es
muy sabido, y los gobernantes chinos también lo saben, que China no
es una democracia. Hecho que no debe molestarles mucho pues la
mayoría de los países del orbe tampoco lo son. Con ellos, guste o
no, las naciones democráticas deben practicar relaciones
diplomáticas y comerciales. Hay razones incluso que llevan a suponer
que no todos esos países están condicionados, ya sea por tradición,
cultura, historia, o religión, para adoptar la forma
democrática-occidental. No por eso han de ser criticados, sino solo
cuando sus métodos alteran los intereses de las
naciones democráticas. Ese fue el caso de China frente al
coronavirus.
Toda
democracia tiene el derecho a defenderse de agresiones externas. Y,
si es cierto que el gobierno chino ocultó en una primera etapa la
existencia y desarrollo del coronavirus, también debe hacerse cargo
de la crítica internacional de la cual Vargas Llosa es solo uno de
sus exponentes.
En
otras palabras, no fue el escritor peruano quien politizó Codiv-19,
sino el gobierno chino lo hizo cuando intentó silenciar una voz
literaria por razones políticas. O dicho a la inversa: el artículo
de Vargas Llosa puede ser visto como una protesta en contra de la
politización nacional de un tema que concierne a toda la humanidad.
En ese sentido la analogía entre Codiv-19 y Chernóbil es adecuada y
por cierto, hecha pública por diversos comentaristas, antes de que
Vargas Llosa escribiera su artículo.
Chernóbil
en sí -en eso podríamos estar todos de acuerdo- no fue un hecho
político. Solo se convirtió en político desde el momento en que la
autocracia rusa intentó silenciarlo, poniendo en peligro la vida de
muchísimos seres humanos. Ahí yace el nudo del problema.
El
tema de la politización de Codiv-19 no solo es, por cierto, un
peligro chino. Por el contrario, es una posibilidad latente en
diversos gobiernos de la tierra, incluyendo a algunas naciones con
larga tradición democrática. Contra esa politización deben actuar
las fuerzas políticas de cada nación. En el hecho
diversos gobernantes inescrupulosos no han dudado en usarlo como arma
en contra de otras naciones. Putin, al prohibir la entrada de chinos
a Rusia, lo politizó en contra de la propia China. Erdogan y Trump,
el primero por razones ideológicas, y el segundo por razones
económicas y electorales, lo politizaron al presentar a coronavirus
como un agente europeo. Hay muchos otros ejemplos.
Un
peligro adicional en el que también han caído algunos gobernantes
de naciones democráticas reside en la manipulación populista de
coronavirus. Por ello entendemos la utilización del peligro viral
como un medio de autopromoción de esos gobernantes. La mayoría –
sí, la mayoría - han visto en Codiv-19 una
posibilidad de presentarse ante las cámaras como ejecutores de
planes grandiosos y épicas gestas. Algunos aparecen todos los días
en la televisión dictando normas y decretos en una lucha que ellos
suponen liderar en contra del nefasto virus. En cierto modo, con la
ayuda del coronavirus intentan lograr lo que no pudieron con sus
políticas, pasando incluso por sobre las opiniones de prestigiosos
institutos de investigación científica. Con ello intentan,
evidentemente, que Codiv-19 concentre en sí toda la política de sus
naciones de modo que cualquier crítica a sus gestiones debe ser
acallada en nombre de la lucha anti-viral. Dicho de modo breve: de lo
que se trata, en nombre de la absolutización de la política
anti-virus, es de suprimir a la propia política como campo de
debate.
Incluso
un gobernante tan democrático como Emmanuel Macron no pudo resistir
la tentación populista al afirmar “estamos en guerra” contra
Codiv-19. Y bien, si entendemos que no hay negación más radical de
la política que la guerra, la guerra no sería solo en contra del
virus sino en contra de la política. Pensamiento del que, por
supuesto, está muy lejos Macron. Pero sí puede estar muy cerca de
algunos gobernantes no-democráticos quienes, alentados por la frase
de Macron crean sentirse invitados a sustituir en sus respectivos
países, y sin que nadie se de cuenta, el estado de emergencia por el
estado de sitio.
Esas
noches sin transeúntes y vigiladas por uniformados nos hacen
recordar a muchos (solo visualmente) escenas post-golpistas vividas
en tantos países sudamericanos. Las oposiciones de esos países
harían bien en mantenerse alerta frente a posibles intentos
gubernamentales por subvertir las normas políticas.
No
obstante, tampoco está descartado que el peligro de politización
del virus pueda provenir de esas mismas oposiciones. Incapaces de
separar al enemigo viral del enemigo político, puede darse el caso
que terminen por negar la sal y el agua a los gobiernos en una lucha
que no es política sino de todos los ciudadanos frente a un peligro
que no hace distinciones ideológicas, que no es extranjero ni
nacional, que no es de izquierda ni de derecha, que no es progre ni
facho.
La
lucha común en contra de Codiv-19 no significa suspender la
lucha política. Significa solamente no mezclarlas. Frase que en
chino se escribe así: 与Codiv-19的共同斗争并不意味着暂停政治斗争。
只是不混在一起.