Termina
la muy reseñada gira internacional y quedamos a la espera del
retorno. Un espacio en blanco y expectante que cada quien rellena con
lo que mejor le parece, mientras el líder anuncia que viene a luchar
por unas elecciones presidenciales libres que se conseguirán con el
aumento de la presión de los aliados y con la fuerza de la gente en
la calle. Y aunque ese mensaje consigue la solidaridad de muchos,
también despierta la furia de algunos, el descontento de otros, y lo
que es más grave, la indiferencia de muchos.
De
nada servirán el periplo y el apoyo conseguido en el mundo si al
regreso solo los incondicionales seguidores de la propuesta de la
presión y más presión, sanciones y más sanciones, salen a apoyar
al líder. Sin tener la fuerza real para convocar a esos comicios
presidenciales limpios y definitivos que se prometen, será difícil
que los millones que caminamos entre los escombros de este país
destruido abandonemos nuestro ejercicio diario de supervivencia para
acompañar esa gesta libertadora.
Por
otro lado, en medio de la incertidumbre, tenemos tal vez la única
certeza en unas elecciones parlamentarias que el régimen convocará
en el momento en el que nos perciba más divididos, más enfrentados
y más dispersos. Despreciarlas para apostar a la reunificación de
las fuerzas democráticas en torno a una promesa sin bases ciertas y
que depende de la acción de otros, puede seguir inclinando la
pendiente por la cual nos deslizamos hacia el abismo sin que ningún
obstáculo real surgido de la sensatez y de la civilidad que debería
definirnos como fuerza en oposición a la barbarie del que manda
pueda detener la caída. Y no queda mucho tiempo para seguir
improvisando. La apuesta del régimen es fuerte y está dispuesto a
seguir destruyéndolo todo porque ya comprobó que puede sobrevivir
medrando en el caos y que no pocos están dispuestos a acompañarlo a
cambio de algún beneficio aunque signifique un aumento en el hambre
y el sufrimiento de la mayoría .
Comienzan
a escucharse algunas voces que claman por avanzar en una ruta real
que nos devuelva nuestro papel de ciudadanos organizados para poder
participar pacífica, democrática y electoralmente y no perder la
Asamblea Nacional. Dependerá de las fuerzas políticas escuchar este
llamado o seguir jugando el juego del silencio conveniente, unos, o
el de la amenaza cada vez más increíble, otros. Esperemos el
retorno.