Adriana Moran - CALLES SIN DESTINO


Los venezolanos deberíamos ser capaces de llenar las calles en señal de protesta. De inundar no solo las grandes avenidas de Caracas con nuestra furia sino también las de la provincia golpeada como nunca por oscuranas y escaseces. Tendríamos que ser capaces de juntarnos para recorrer ese asfalto que se ha cobrado tantas vidas y mostrar que somos muchos, que somos casi todos, los que queremos un cambio para este país que ya a duras penas reconocemos como el nuestro. Pero deberíamos no basta. Para que esa voluntad mayoritaria salga a la calle necesita saber que sale porque existe otra voluntad, la política, de guiar ese reclamo por los caminos que puedan conducirla a recobrar la esperanza. 

Que no es una calle ciega como otras recorridas, que no es una emboscada con fines ocultos como otras antes, que es una manifestación genuina del cambio que queremos y que está orientada y dirigida a canalizar ese descontento y a transformar esa fuerza humana en la energía capaz de alcanzar por sí misma los objetivos que desde hace tiempo perseguimos. 

Para que el mundo nos vea”, es una buena razón para salir a marchar, pero sabemos que el mundo nos ha visto ya demasiadas veces y que ha visto también como esas mismas calles que se llenaron a inicios de 2019 se fueron vaciando con el transcurrir de los meses porque el discurso que los convocó a la salida inminente y que a veces se pareció demasiado a una trampa nunca tuvo una posibilidad real de cumplirse. 

Los que volvimos a nuestra vida cotidiana con la ira y la frustración a cuestas después de sentir que éramos millones los que podíamos empujar el carro del cambio pero que no había un camino que pudiéramos seguir, sino muchos atajos de destino incierto y que en su mayoría solo estaban en la imaginación febril de quienes conducían ese carro, difícilmente nos sentiremos convocados a dejar una vez más nuestras huellas en el pavimento para una vez más, regresar con la ira y la frustración intactas. 

Liderar una mayoría significa la responsabilidad de acercar voluntades a un proyecto común y de reunir la mayor cantidad posible de gentes para construir una fuerza real y tangible. Capaz de expresarse en las calles. Capaz de expresarse en las urnas en defensa de su Asamblea Nacional amenazada. Capaz de contarse para cambiar su destino.