El 07.01.2020 parlamentarios de la oposición -los llamados cien-
recuperaron la AN después del golpe que intentó perpetrar el
gobierno al parlamento ese aciago 5-1. La entrada triunfal de los
parlamentarios encabezados por Juan Guaidó, visto más allá de toda
euforia y épica, fue un triunfo del principio constitucional.
Sin negar en ningún momento el coraje de los parlamentarios, la
recuperación de la AN no fue el resultado de una batalla entre el
pueblo y las tropas del gobierno. Quienes quieran ver en los
acontecimientos del 7-1 un símil venezolano de la Toma de la
Bastilla o de la ocupación del Palacio de Invierno, se equivocan. La
recuperación de la casa parlamentaria
fue posible -hay que decirlo de una vez- solo porque el gobierno
decidió retirar las tropas que bloqueaban la entrada al
recinto.
Antes de inquerir acerca de por qué el gobierno permitió la entrada
de los parlamentarios, cabe preguntarnos sobre las razones por las
cuales el régimen intentó dar ese, a primera vista, absurdo “golpe
de parlamento”. Sin embargo, tomando en cuenta que los entretelones
de los debates al interior del chavismo solo los conocen los
chavistas, nos será únicamente posible abordar ese tema a partir de
hipótesis. Una de ellas nos dice que el ejecutivo decidió pasar a
la ofensiva en un momento en el cual la oposición ya no podía
ocultar fracturas internas, en el que la popularidad de Guaidó
amainaba, y en el que la opinión internacional estaba concentrada en
sucesos que pueden llevar a una escalada mundial. La plausibilidad de
esa hipótesis aumenta si consideramos que el régimen razona en
términos más militares que políticos.
La AN para Maduro y los suyos no es el lugar del debate y de las
leyes sino un campo de lucha que hay que arrebatar al enemigo. Visto
así, el gobierno habría intentado poner término a la “dualidad
de poderes” que se da entre el ejecutivo y el legislativo. Una
segunda hipótesis es que Maduro intentó demostrar que la existencia
de la AN depende de su voluntad. Y una tercera podría ser que al
interior del gobierno subsiste una pugna entre duros y durísimos. En
cualquier caso, las tres hipótesis no se contradicen entre sí.
Usando la misma lógica hipotética debemos responder a otra pregunta
clave: ¿Por qué Maduro
reculó y permitió que la AN funcionara bajo la directiva encabezada
por su presidente, Juan Guaidó?
Dejando de lado opiniones triunfalistas – la presión popular, los
drones de Trump, supuestas voces rebeldes en el ejército y la
infaltable “comunidad internacional” formada por 50 países- lo
cierto es que hasta Maduro puede haber entendido que la imagen que
proyectaba Venezuela hacia el mundo era, por decir lo menos,
grotesca: Dos gobiernos, uno con el poder de las armas y otro
simbólico, y tres asambleas, la AN de Guaidó, la de la hoja de
Parra y la írrita Constituyente.
Por cierto, Maduro ha demostrado que la imagen
internacional no le importa demasiado. No obstante, astuto como es,
debe haber entendido que en América Latina comienzan a soplar
vientos más favorables a su gestión. Dos gobiernos ya indican un
leve cambio de rumbo: El de Argentina y el de México. A ello hay que
agregar que en Bolivia el MAS, pese a la huida
de Evo, sigue siendo el partido mayoritario, que Duque
y sobre todo Piñera se defienden frente a muy activas
oposiciones y que incluso en el Brasil de Bolsonaro aparece una
fuerte recuperación del lulismo. En este contexto, la formación del
Grupo de Puebla, una alternativa de izquierda al Grupo de Lima, abre
nuevas opciones a Maduro después del desaparecimiento del ALBA.
Puedo imaginar sin problemas un telefonazo de Alberto Fernández a
Maduro diciéndole: “Estamos dispuestos a bajar la presión en tu
contra, pero no nos las pongas tan difícil”.
Dicho en breve: las condiciones internacionales ya no son tan
desfavorables a Maduro como sí lo fueron en los días en que tuvo
lugar la mítica juramentación de Guaidó. Si a ello agregamos la
conformación del nuevo gobierno de España -tradicional nexo entre
Europa y América Latina – Maduro puede respirar con cierta
tranquilidad.
EE UU – a cuyo gobierno la oposición parece haber cedido la
conducción política - no va a crear un incendio en América Latina
antes de apagar el del Medio Oriente y para eso falta mucho. Las FANB
seguirán siendo leales mientras Maduro cumpla con algunas formas
mínimas. Y ante una oposición sin ruta, sin estrategia, y por eso
mismo dividida, Maduro podría hacerse hasta de la AN – con el
regocijo de los abstencionistas de la oposición- cuando decida
convocar a las parlamentarias pautadas para el 2020. Todo eso puede
suceder si la oposición -como ha sido su inveterada costumbre- no
aprende de las lecciones que dejaron los días 5 y 7 de enero.
La primera de todas las lecciones indica claramente que el único
bastión que la oposición posee por el momento es la AN. Por lo
menos es el que más preocupa a Maduro en su proyecto destinado a
hacerse del poder total. Por lo mismo, si la persona de Guaidó para
él es una amenaza, lo es porque es presidente de la AN y no porque
sea el presidente simbólico del país. Luego, para Maduro el
problema no es derrocar a Guaidó de una presidencia inexistente,
sino de la presidencia de la AN, la que sí es muy existente y muy
real. Por lo mismo, no se trata de un conflicto Maduro- Guaidó sino
de uno que se da entre un gobierno autoritario o neo-dictadura en
contra de la institución más representativa del poder ciudadano, la
AN. Y al llegar a este punto cabe preguntarse ¿Por
qué la AN?
Desde el punto de vista constitucional la AN es un poder del estado
puesto al mismo nivel del ejecutivo, cuya función es debatir y
promulgar las leyes que rigen la nación. Desde el punto de vista
político es, o ha llegado a ser, la representación institucional de
la oposición (cada vez menos) unida. Todo indica entonces que, para
defender a la AN no hay otra vía sino la constitucional. O dicho
así: la defensa de la Constitución pasa por la defensa de la AN. Y
a la inversa: la defensa de la AN pasa por la defensa de la
Constitución. AN y Constitución están indisolublemente unidas.
Salirse de la Constitución, como ya sucedió a la oposición el
nefasto 30-A, es el mejor camino para facilitar la vía
anti-constitucional de Maduro. Así como el “carmonazo” de 2002
fortaleció las posiciones de Chávez, el “carlotazo” de 2019
fortaleció las de Maduro.
La lección más importante del 7-E fue que la lucha tuvo lugar en
defensa del principio constitucional. En ese punto hubo un cierto
asomo de la ruta de la cual se descarriló la oposición a partir del
20-M. Hasta antes de esa nefasta fecha, la ruta constitucional,
electoral, pacífica y democrática, había permitido avanzar a la
oposición de modo ascendente, hasta llegar a ese 6-D que dio origen
a la actual AN. Y bien, de esos cuatro puntos cardinales, el
principal es el primero. De la misma manera que en los diez
mandamientos de la religión cristiana, el primero (amar a Dios por
sobre todas las cosas) contiene a los nueve restantes, en los cuatro
puntos cardinales de la oposición, el referente a la
constitucionalidad contiene a los demás.
Desde el 20-M la Constitución ha sufrido no solo por los actos del
régimen sino también por los de la oposición. La abstención del
20-M llevó a la destrucción de la unidad electoral organizada en la
MUD. Rechazada la vía electoral fue juramentado el 23-01 un
presidente simbólico que levantó una tesis insurreccional sin tener
los medios para llevarla a cabo (fin de la usurpación) El “cucutazo”
del 23-F fue el primer intento por desatar una insurrección fuera
del margen constitucional. El 30-A fue instigada una sublevación
militar sin militares (“carlotazo”) otra vez al margen de la
Constitución. El golpe al parlamento intentado por Maduro el 5-E
fue, a su vez, una respuesta anticonstitucional en el marco de una
lucha ya planteada por la oposición fuera de la Constitución. El
7-E, después de mucho tiempo, la oposición, al luchar por la
rehabilitación de la Asamblea, volvió al cauce constitucional. Si
Guaidó salió fortalecido de esa lucha – el futuro lo dirá –
fue por haber asumido la defensa de la Constitución a la cual
pertenece la AN.
El mismo Guaidó anunció estar dispuesto a corregir errores y a la
vez desligarse de sus obligaciones partidarias. Pero a renglón
seguido anunció el inicio de la lucha por elecciones presidenciales.
Elecciones que no solo no están pautadas en la Constitución sino
que, además, ni Guaidó, ni la AN, ni la oposición, cuentan con
medios para imponerlas, toda vez que esas elecciones pasan por la
renuncia o por la caída de Maduro. Con esas palabras Guaidó no hizo
otra cosa sino vaciar el mismo vino del fracaso en nuevos odres. El
mismo mantra anterior, pero escrito con otras letras.
Si hay que defender a la AN hay que hacerlo con
votos. No hay otra alternativa. Como escribiera
el 6
de abril mi estimada colega Nelly
Arenas en un tuit que le nació del alma: “No
podemos permitir que nos quiten la AN. Lo ocurrido ayer obliga, sin
demora, a retomar el camino electoral contra viento y marea. El voto
es el arma principal de los civiles“.
Suscribo cada una de esas palabras. Esa es la lección. Esa debería
ser la tarea.