Déjame
que te cuente mi negra,
que
bajo la almohada encontré un beso lejano,
quizás
venía del pasado o tal vez del futuro,
da lo
mismo,
ni en
la vida ni en la poesía el tiempo es continuo,
es un
plano de dios o sabe dios qué
¿una
figura creada donde
al que
la creó no le importan los siglos
y mucho
menos nosotros, sus segundos?
Déjame
que te cuente mi negra
que no
sé hacia donde voy ni que me espera,
ni que
será de nosotros, pobre monos sin destino,
dibujos
cómicos que el viento se llevó
hacia
el país donde nunca ha pasado nada.
Déjame
que te cuente mi negra
mi
cuerpo ha sobrevivido al naufragio
y desde
que apareciste en clave de milagro,
cojo y
rimo como los dioses,
e
incluso en las noches, antes de dormir,
escribo
gritos de auxilio dirigidos
al
reino de los hombres y de las hembras
sí, a
ese lugar de donde venimos todos,
cuando
eramos espíritus sin materias
espinas
sin rosas, ramas sin árboles, vuelos sin aves.
Déjame
que te cuente mi negra:
Nuestra
felicidad -la que nunca hemos tenido- no es de este mundo.