Adriana Moran - NUESTRA VERDADERA FUERZA


¿Cómo podremos construir ese país al que aspiramos si al mirarnos al espejo vemos la misma furia, el mismo gesto autoritario del que desde hace años nos aplasta, el mismo y feo rictus de la revancha? No hay forma de conseguir lo que queremos si el objetivo es derribar una puerta y esperar a que ellos derriben otra para seguir jugando un juego de fuerza bruta que al final ganará el más bruto pero no el mejor. Sin identificar la fortaleza que reside en las buenas aspiraciones de millones de habitar un lugar diferente que sea amable para todos, justo para todos, libre para todos, habremos perdido lo mejor que tenemos, y peor aún, estaremos luchando por unos objetivos que nunca fueron los nuestros y que a fuerza de verlos y sufrirlos fuimos copiando. 
Hay millones de venezolanos soportando una crisis que no crearon y tratando de sobrevivir en medio de un fuego cruzado de dos extremos que en el fragor de la batalla los olvidaron. Sin la determinación firme de pensar en esas mayorías y de convertirlos en objeto de la lucha, nada valdrá la pena. Sin la convicción férrea de aspirar a un país libre y con justicia del que millones no tengan que abandonarlo todo para ir a buscar nuevos sufrimientos más allá de las fronteras, o en el que otros tantos no tengan que trabajar por salarios que no mitigan su hambre ni curan sus enfermedades, sin luz, sin agua, sin nada, ninguna puerta derribada tendrá sentido. 
Recuperar los espacios perdidos en nombre de esa nueva Venezuela que queremos requiere conectarse con esa inmensa mayoría que sufre y conminarlos a compartir ese sueño de un país bueno. Requiere hablar con la verdad, ajustar la propia fuerza a la realidad, hablar del trabajo necesario que está por hacerse para volver a ser una fuerza concentrada no en el músculo capaz de devolver el golpe, sino en el que es capaz de trabajar en conjunto para construir el país distinto. 
Esa asamblea nacional ganada con nuestros votos y con la que ahora contamos, debe ser defendida también con votos para usarla como punto de partida de la reconstrucción de una oposición que tendrá que reencontrarse con los objetivos buenos que la diferencien de los malos. La principal puerta que tenemos que derribar, es la que nos impide ver donde reside nuestra verdadera fuerza.