He
dejado mi guitarra en el ropero,
después
de todo, nunca he cantado,
solo
espero al tiempo que viene
a
brindarme todas esas luces
que
iluminan el alma
(vamos
a suponer entonces que existe el alma)
Esperaré
no sin biensana curiosidad,
las
bellezas que quiera regalarme el camino:
los
muslos, los gritos en el angosto destino (pucha, salió verso)
y lo
que me depare la suerte para enfrentar la noche
sin
enceguecer
Cerraré
mi ventana al acoso de las sombras más siniestras.
Me
ocultaré en el ordenador, escribiendo un nombre
enfrentaré
al invierno, sin que nadie me lo exija
y me
cubriré bajo la sombra de un pubis castaño
aguardando
la oscuridad: sin piedades ni esperanzas
Después,
lentamente, comenzaré a dormir
sobre
unos brazos que ya no son los míos.