Estaba celoso de mar,
de las olas que
vienen y van,
de la espuma, de sus
algas,
de los barcos de
malditos piratas,
de naufragios
convertidos en sangres,
del estallido vil
sobre la roca triturada,
de los peces de
cuarentaycuatro colores,
de los ríos que
llegaron y no volvieron,
del mar, de la mar,
y del amar,
de la marea baja y
de la marea alta.
Estaba celoso de
mar.
Apartó su vista de
sol reflejado,
recogió el ancla
que lo ataba al destino,
entró a su cobija
de arenas y tentáculos,
escribió unas
letras sobre la mesa de tres patas.
Vació, después de
pensarlo un poco,
la carta en la
botella del vino recien bebido,
y decidió esperar la
llegada de las aguas de mar.
Cuando llegaron las
aguas de mar
no quedó nada bajo
el sol.
Solo las aguas de
mar.
Las profundas aguas
de mar.