No se trata de querer o no querer unas elecciones parlamentarias. Ciertamente queremos unas elecciones presidenciales o unas elecciones generales. Pero la realidad cruda y dura, es que la realización de unas nuevas elecciones presidenciales depende de la voluntad de un ejecutivo que considera que ya se midió en 2018, que ganó, y que por si fuera poco, está apoyado nada más ni nada menos que por las armas de la República en esa certeza que lo mantiene pegado a esa silla de Miraflores desde la que sigue destruyendo al país. Continuar esperando que la silla sea abandonada por el que la ocupa a fuerza de llamarlo usurpador, de involucrarlo en todas las crisis ajenas que se producen en el continente, de seguir repitiendo los tres pasos en los que desde hace meses ya pocos creen como condición innegociable para ir a una medición de fuerzas en el terreno electoral, es desconocer que no hay una fuerza interna organizada capaz de presionarlo y aun más, que las fracturas que en un momento pudieron producirse en el círculo que rodea al gobernante, son hoy una posibilidad más lejana debido a que se adoptó una estrategia basada en sanciones y amenazas que han tendido a cohesionar a la cúpula militar-cívica que gobierna.
Las
parlamentarias no hay que quererlas. Las parlamentarias están ahí
para que el gobierno las convoque cuando perciba mayor debilidad
entre las filas opositoras en algún momento de 2020, y quienes se
empeñan en negar esa posibilidad, como negaron la de las
presidenciales en 2018, están condenados a repetir el mismo
fracasado esquema en el cual ante un gobierno autoritario sin
respaldo popular los que tienen todo el apoyo para poder enfrentarlo,
renuncian a usarlo en una especie de autoatentado que no tiene
justificación alguna cuando eres mayoría y tienes la oportunidad de
retar al que no la tiene.
Nombrar
un nuevo CNE, que es una aspiración antigua de la oposición es un
paso que debe ser adelantado por la AN, que no hay excusas para
postergar y que es esencial para enfrentar esa elección inevitable
que puede dejarnos sin la mayoría del poder legislativo. Sin la
mayoría de ningún poder. Sin mayoría más allá de los números de
algunas encuestas. Y que puede convertirnos en una minoría de hecho
mientras los que son de verdad minoría se quedan con todo.