Un
nuevo llamado a la calle pretende unir a la oposición democrática
en torno a ese movimiento que empezó en enero e insuflarle aire a un
proyecto que se asfixia y que ya no logra conectar con las
expectativas de la mayoría. Ese chaleco de fuerza en el que se
convirtió la ruta de tres pasos se ha ido estrechando
progresivamente alrededor del cuello de sus creadores y amenaza con
estrangularlos mientras insisten en el cese de la usurpación como
única razón para marchar, como único punto negociable, como única
consigna y en general, como única razón de ser de una oposición
que se aparta cada vez más de los que ya no encuentran cómo creer
en ese inalcanzable primer punto.
El
chavismo ha dicho muchas veces que no se irá nunca y en cierta forma
es verdad. Va a pelear para asegurarse un lugar lo más grande
posible en la vida política del país, porque nos guste o no nos
guste, el lugar permanente en la historia, amado por unos y repudiado
por otros, ya lo tiene asegurado. Lo que no es cierto es que se va a
quedar en el poder para siempre. Al menos no mientras haya una fuerza
política lo suficientemente articulada, no para aniquilarlo o
borrarlo del mapa, sino para disputarle electoralmente el poder al
que se aferra.
Despojarse
de camisas de fuerza autoimpuestas, apartarse de las frases inútiles,
de los monstruos que ellos mismos crearon para desestimular la unión
y la participación y de la fantasía alimentada por los extremistas
que quieren invasiones que no se producirán, es imprescindible para
entender que ya no podemos seguir esperando por los promotores de
gobiernos etéreos con cargos sin poder real, con embajadores sin
embajadas, y con un apoyo internacional que ya no encuentra nada que
apoyar aparte de imponer más y más sanciones porque no estamos
haciendo nada.
Voltear
la mirada hacia adentro y trabajar con lo que tenemos para construir
opciones reales que puedan ser apoyadas de forma efectiva desde
afuera y nos permitan competir electoralmente en las mejores
condiciones posibles para ser la fuerza política que nos merecemos
ser, pasa por escuchar a quienes estén dispuestos a decirnos la
verdad y a trabajar en base a realidades. No a quienes esperan estar en democracia para elegir, sino a los que elijan
seguir el camino para construirla.