Es
posible que de a poco, y a pesar de la reticencia de muchos, el
exceso de ruido empiece a apagarse y empecemos a darnos cuenta de una
vez por todas de que el inmenso problema que tenemos entre manos es
más nuestro que de nadie, o para ajustarnos más a la realidad, y a
pesar de lo valioso que resulta el apoyo de muchas democracias en el
mundo, que es todo nuestro.
Muchos
de los que están afuera han hecho su papel. Ahí está el informe
Bachelet para demostrarlo. Los esfuerzos de Noruega son innegables,
así como los de los países que se han reunido infinidad de veces
para discutir nuestro caso y plantear posibles soluciones. El gigante
del norte, ha tocado su propia música y ha repartido sanciones y
amenazas entre las que siempre se ha cuidado de deslizar la idea de
que el problema es de los venezolanos “y ellos deberán encontrar
su propia salida a la crisis".
Así,
cuando ya casi no aparecemos en los periódicos y noticieros del
mundo, y como quienes después de una borrachera colectiva comienzan
a mirar alrededor para medir las consecuencias del estropicio,
empezamos a darnos cuenta de que esta realidad: dura, desesperante,
casi insoportable, nos pertenece. Que todos los rostros de esta
tragedia son los nuestros y los de los seres que amamos. Que nadie
podrá sentir con la fuerza que nosotros la sentimos la impotencia de
ver que el país se nos cae a pedazos y nosotros con él y que
debemos sacar fuerzas de donde creemos que ya no las tenemos para
tratar de sostenerlo y levantarlo.
Esa
presión contra el gobierno acorralado pero lejos de caerse que dicen
que tiene que aumentar, tendrá que provenir de nosotros, de nuestra
negativa a rendirnos, de la posibilidad que tengan quienes convocan a
la lucha de apropiarse de esta tragedia nuestra para construir un
movimiento salido de las entrañas del mismo pueblo que sufre y que
quiere liberarse para tener la posibilidad de sobrevivir.
Quienes
nos apoyan en el mundo verán sin duda con buenos ojos que tomemos
las riendas de nuestro destino. Apoyarán que nos decidamos a pelear
nuestra propia batalla para que lo que obtengamos también sea
nuestro. Es la hora de voltear la mirada hacia adentro y abarcar
todos los rincones de esta golpeada geografía y todos los rostros de
los que la habitamos para buscar nuestra propia salida como otros
antes y en similares circunstancias la encontraron.