Cuando Juan Guaidó pronunció por primera vez el famoso mantra que
comenzaba con el cese de la usurpación, muchos que vimos con
entusiasmo la reagrupación de una oposición que hasta diciembre
había estado en el subsuelo del desánimo, pensamos que por esas
conversaciones que se venían dando sin que trascendiera casi nada,
se tenía la certeza de que las Fuerzas Armadas ya no iban a apoyar
al gobierno y que le pedirían la renuncia para que acudiéramos a
elecciones. Nos negábamos a creer que ante la multitud nuevamente
reunida y esperanzada se estaba recitando una petición en forma de
súplica sin otras implicaciones que el deseo mayoritario de salir de
un régimen que nos asfixia.
Pero fue así. No había compromisos ni mucho menos quiebres dentro
de una fuerza militar que no tardó en aparecer dándole su total
respaldo a su comandante en jefe (al vivo y al eterno), ante la
mirada atónita de quienes no entendíamos cómo podría reiniciarse
la lucha a partir de una premisa que dependía del otro cuando ese
otro se mostraba aferrado a sus mismas convicciones y conservaba sus
apoyos armados y sin armas. Una multitud que se atrevía a
esperanzarse nuevamente era invitada a repetir una receta de tres
pasos que otra vez nos dejaba en manos de la voluntad de quien ha
demostrado mil veces que su voluntad es quedarse el mayor tiempo
posible aferrado a su silla de mando.
Y llegó el 30 de abril, con su carga de fracaso, malas intenciones y
nefastas consecuencias: un sitio de reclusión por otro para su
artífice y la furia renovada del régimen para perseguir, recluir,
torturar y asesinar, justificada otra vez por el eterno discurso de
oposición golpista que nunca debimos darle.
No importa que tan grande sea un acto de masas organizado por un
partido que incluya la palabra electoral en su convocatoria si el
mensaje sigue estando amarrado a ese ruego del cese de la usurpación
que depende de otro. Ojalá solo sea porque no saben como deshacerse
a esta altura del pegajoso e inútil estribillo y lo usen como excusa
para impulsar el verdadero mensaje que necesitamos que es el de
enfrentar electoralmente al déspota que tiene sometido al hambre y a
la miseria a este pueblo indefenso.
Ojalá se entienda y se tenga la valentía para decirle de una vez
por todas a este país que sufre dónde reside su única fuerza y se
tome la decisión de organizarla y usarla en contra de el que quiere
que sigamos suplicando.