La figura menuda y de apariencia
frágil contrasta con esa determinación férrea que la lleva a
recorrer el país que muchos descuidaron y a internarse en esos
espacios olvidados y poblados por gente simple tan o más desesperada
que la que habita ciudades más grandes. La decidida presidenta de
COPEI, Mercedes Malavé, les habla a los ciudadanos de una forma en
la que hoy muy pocos les están hablando: no para pedirles algo, sino
para alentarlos a mirar dentro de sí mismos y descubrir sus propias
capacidades y su posibilidad de contribuir con un proceso que tendrá
que darse entre todos porque es de todos. No para convertirlos en
guerreros desarmados de épicas imaginarias, sino para armarlos con
las herramientas de la democracia que están a su alcance.
Cansados de la diatriba estéril, del
grito destemplado y la soberbia, los habitantes de la provincia
reciben agradecidos a esta joven líder que no se limita a enumerar
problemas ni a repartir culpas sino que esboza con optimismo moderado
un futuro posible con la humildad que solo puede provenir del
intelecto cultivado con esmero y de los valores aprendidos en la
infancia y afianzados en el tránsito difícil por la vida de quien
se compromete a trabajar por el otro.
Y no es porque sea mujer, pero es
también por eso. Porque aporta esa sensibilidad que se multiplica y
se esfuerza por atenderlo y entenderlo todo en un medio político
dominado por hombres y al que la visión femenina le aporta esa
templanza que se necesita para resolver problemas difíciles y la
mirada capaz de abarcar el universo sin perder de vista las
individualidades y sus diferencias.
“Los políticos no somos próceres,
ni libertadores ni héroes...”, escribió la misma Mercedes Malavé
en un tuit. Y es cierto. Aunque hay mucha valentía en ese acto de
reflexión solitaria que precede al discurso expuesto ante un
auditorio para decirle, no lo que desea oír, sino lo que debe oír
en el momento preciso para ser capaz de hacer sus propias reflexiones
y tomar sus propias decisiones. Necesitamos más Mercedes.