Adriana Moran - LA COMUNIDAD INTERNACIONAL NO ES UN FETICHE


Los términos que deberíamos usar para referirnos a la ayuda que esperamos recibir de esos países con gobiernos democráticos del mundo son: apoyo, compromiso, acompañamiento. Estos términos implican un conjunto de acciones siempre en relación a otras que nosotros desarrollemos y que de ninguna forma deberían ser vistas como un sustituto de lo que nos corresponde hacer. Poner en la comunidad internacional que nos acompaña la carga completa de la resolución de nuestro conflicto es además de muy irresponsable, muy inútil. Los países sensibilizados y preocupados por la dimensión de nuestra tragedia y dispuestos a apoyarnos para encontrar una salida, no dejarán de moverse al ritmo de sus propios intereses, de sus urgencias internas, de sus cambios que siempre girarán alrededor de sus propios ejes y no del nuestro. No debe haber nada más difícil que ayudar a alguien que espera que solo las acciones del otro resuelvan su problema. No hay forma de ayudar a una sociedad políticamente desorganizada a encontrar una salida política a su conflicto. Por mejores intenciones que se tenga. 
El duro golpe propinado al autoritario de Miraflores y su entorno por el informe Bachelet, es un ejemplo claro de cooperación entre el ámbito internacional y el nacional. La Alta Comisionada de las Naciones Unidas hizo un trabajo que no fue solo el resultado de su visita de dos días, sino el de miles de víctimas organizadas dentro del país por activistas en defensa de derechos humanos que trabajaron de forma valiente y sostenida para presentar ante el organismo internacional representado en su persona testimonios fidedignos y con suficiente respaldo. Aún con el inmenso compromiso demostrado por Bachelet, sin el testimonio directo de esas víctimas y sin la organización de muchos para sacar a la luz lo que desde el poder quieren esconder, ese informe no hubiera sido posible. 
Del mismo modo, sin organizar la lucha política interna por esas elecciones libres a las que aspiramos, poco podrán hacer quienes están decididos a apoyarla desde afuera. La comunidad internacional no es un fetiche. Un amuleto al que se le pueda pedir, exigir o incluso rogar por ayuda si aquí dentro no tenemos la capacidad de ponernos de acuerdo para ir en una misma dirección. Tenemos mucho tiempo caminando sobre vidrios rotos. Tenemos heridas para demostrarlo. Pero de nada nos servirá exhibir ante el mundo esas heridas si de este duro tránsito no hemos aprendido nada.