Si escribo “Europa es una provincia“, hay dos modos de entender
la frase. Uno, en el sentido de una provincia global. Otro, en el
sentido de una política provinciana. De acuerdo al primer modo la
frase apunta a una utopía, a la de un orbe formado por diferentes
provincias, ex naciones en un país mundial, todas articuladas entre
sí a través de correspondientes instituciones en un espacio que
alguna vez será de todos. Esa Europa una vez soñada por Immanuel
Kant pertenece al futuro, aunque algunos de sus signos, como si
fueran flores de invierno, ya asoman en nuestro tiempo.
De acuerdo al segundo modo la frase apunta a una distopía: la de una
Europa de los macro y micro nacionalismos, de mezquindades locales,
de caudillismos regionales, de intereses egoístas de partidos y
gobiernos autocráticos. Apunta, además, a la restitución de esa
Europa que se formó en el siglo XlX y vivió su apogeo horroroso con
sus invasiones coloniales, con sus genocidios, sus dos guerras
mundiales y sus millones de muertos. Y no por último apunta a esa
Europa que pertenece al pasado aunque sus sombras se extiendan
todavía amenazantes sobre el presente.
Pues bien, en un lapso muy breve, en la máxima representación
europea, la UE, ha tenido lugar una confrontación entre esas dos
Europas. El 26 de mayo las fuerzas del centro democrático alineadas
en una coalición informal formada por conservadores, liberales,
ecologistas y socialdemócratas, cerró el paso al avance de los
populismos-nacionales los que, en su mayoría orientados desde Moscú
pretendían destruir a la Europa política desde dentro en nombre de
una fragmentada Europa geográfica. Una segunda confrontación, mucho
más difícil y compleja, ocurrió el 16 de julio, cuando fue elegida
como su más alta comisionada, la alemana Ursula von der Layen.
La designación de la más alta comisión parecía en un comienzo ser
un simple trámite democrático. El candidato de punta
(Spitzenkandidat) de los conservadores, Manfred Weber, obtuvo la
mayoría necesaria. A alguien empero, no gustó la nominación de
Weber. No fue a Merkel sino a su amigo Macron quien movilizó sus
recursos a favor del socialista holandés Franz Timmermans. La idea
de Macron corresponde, en cualquier caso, a su proyecto europeo.
Según el gobernante francés la UE debe trazar líneas divisorias
hacia afuera con los países hegemonizados por Rusia, y hacia
adentro, con respecto a los nacional-populistas. Weber, miembro de la
fracción ultra-conservadora del socialcristianismo alemán (CSU) no
reunía, según Macron, todas las condiciones para su plan. No
obstante Timmermans estaba lejos de ser un candidato popular y hubo
de conformarse con una de las vice-presidencias de la Comisión. Fue
entonces cuando la mano de Merkel no tembló esta vez y movilizó
influencias para que el Consejo de la UE propusiera de modo
inesperado a Ursula von der Leyen, ex ministra de defensa, ex
ministra del trabajo, ex ministra de la familia, políglota,
europeísta cien por ciento, siempre con una mano abierta hacia los
temas sociales, defensora consecuente del estado de derecho y, sobre
todo, merkelista. Centro-centro, en su más pura expresión. Y desde
el punto de vista simbólico – lo que es muy importante- la primera
mujer nominada para el alto cargo durante la era más feminista del
siglo XXl. Por si fuera poco, la aparentemente frágil von der Leyen
ha igualado a Blanca Nieves: ¡es
madre de siete hijos! Por todo eso, y mucho más, parecía
predestinada para el cargo. Solo había dos problemas. Uno rojo, otro
verde.
Desde un comienzo los socialdemócratas alemanes manifestaron su
descontento por la nominación de von der Leyen. Sin duda habrían
preferido a alguien de sus filas. Pero ese alguien, a la altura de
una experimentada política como von der Leyen, no lo tienen, ni en
versión femenina ni masculina. El que fuera el partido de Willy
Brandt y de Helmuth Schmidt carece de personalidades, no digamos
carismáticas, sino medianamente atractivas. Quienes pudieron haberlo
sido en algún momento, al optar por una línea anti-merkeliana, han
terminado por sucumbir.
Seguramente si Merkel hubiera vivido dos siglos atrás habría sido
acusada de bruja. Todos los que han pretendido actuar deliberadamente
en contra de ella - el ex canciller Gerhard Schröder, el ex ministro
del exterior Sigmar Gabriel, el ex presidente
de la UE Martin Schulz, la misma Andrea
Nahles, entre otros - figuran en una larga lista de políticos
fracasados. Los tres primeros creyeron incluso haber descubierto en
el nombramiento de von der Layen una posibilidad para enfilar en
contra de la propia coalición. No les importó siquiera que
socialistas de otras naciones europeas se fueran inclinando poco a
poco por von der Layen. O peor todavía: que la alianza progresista-
socialista de la UE (S§D) recomendara elegir a von der Leyen. Mas
pudo el resentimiento, la envidia y, sobre todo, el provincialismo de
sus dirigentes. Ellos, de modo lamentable, confundieron los
parámetros de una elección comunal donde socialdemócratas y
socialcristianos disputan pequeños puestos con una elección a nivel
europeo donde lo que está en juego es el formato político de todo
un continente, donde los peligros del putinismo acechan por doquier,
donde los enemigos reales son los nacional-populistas y los
fascistas, donde los partidos democráticos tienen la obligación de
marchar juntos como lo hicieron el 26 de mayo.
No pudiendo con la personalidad de von der Leyen, los
socialdemócratas alemanes terminaron refugiados en una juristería
burocrática, aduciendo irregularidades en la postulación. Nada de
eso: la postulación, si no estuvo de acuerdo a la norma, sí lo
estuvo de acuerdo al reglamento; y eso al fin es lo que interesa. No
obstante los socialdemócratas fueron más lejos. Convencidos de que
iban a imponerse, no les importó coincidir con los argumentos de la
proto-fascista Afd. Y después del triunfo de von der Leyen, o lo que
es parecido, de la línea Merkel-Macron, ni un asomo de autocrítica
entre ellos, hecho que ha llevado a decir a algunos comentaristas que
la SPD es un partido que trabaja en contra de sí mismo (al parecer
no conocen el caso de Ciudadanos de España, partido también
dispuesto a unirse con fuerzas antieuropeas como VOX, aunque, hay que
decir a su favor, todavía no ha llegado al extremo de exportar sus
errores).
El caso del partido Verde es más patológico que político. Dotado
de una dirigencia esclarecida – Robert Habeck es el político más
querido del país- y seguido por un numeroso electorado juvenil,
mantiene en sus estratos medios una costra formada según las líneas
que imperaban durante la Guerra Fría. Cuadros que ven en los Verdes
un partido más de la izquierda, obligado a unirse con los demás
partidos de izquierda en contra del “enemigo comun“, los
conservadores, no importando que en la “izquierda“ haya
dinosaurios que defienden regímenes como los de Putin y Maduro y
entre los conservadores, líderes como Merkel dispuestos a jugarse el
puesto al mantener su solidaridad con los refugiados y perseguidos de
otras naciones. Incluso, una vieja tía dirigente de los Verdes de
Bremen llegó a decir que los socialdemócratas y los
anti-europeístas de la Linke son “partidos hermanos”. Para esa
“vieja guardia“ (no son todos viejos) después de la caída del
ominoso muro, no ha cambiado nada.
A pesar de todo algunos dirigentes del partido ecologista felicitaron
a Ursula von der Leyen por su triunfo. Un triunfo que, tomando en
cuenta las deserciones habidas entre los demócratas, no podía ser
absoluto. Pero un triunfo al fin. Un triunfo de la cordura, de la
centralidad, de la democracia, y no por ultimo, de una mujer que el
mismo día de la elección pronunció un discurso que será memorable
en la historia de la UE. Allí, luego de nombrar todos los problemas
que se ciernen sobre Europa, desde el cambio climático, pasando por
las migraciones más grandes de la historia universal, hasta llegar
al aparecimiento de los nacional-populistas, dejó claramente
establecido que una Europa sin enemigos todavía no puede existir.
Y cuando todos creían que la función ya había terminado, Angela
Merkel sorprendió al mundo con otra de sus jugadas. Durante la misma
noche del día del nombramiento de von der Leyen, nombró a la
presidenta de su partido, Annegret Kramp-Karrenbauer, ministro de
defensa. De este modo Merkel ha formado el segundo trío más
ofensivo de Europa, tres mujeres, tres alemanas: Merkel, von der
Leyen y Karrenbauer.
El primer trío ofensivo está a punto de ser formado. Como sabemos,
será en Barcelona, en el Barça. Aunque no es catalán. Ese trío
está formado por Messi, Suárez
y Griezmann. Pero sobre eso escribiremos en otra ocasión.