Adriana Moran - LUCHA POR ELECCIONES LIBRES


Cuando hablamos de luchar por elecciones libres, hablamos de poner las elecciones en primer lugar en la mesa de negociaciones y en las convocatorias de calle. Hablamos de mostrarle a nuestro enemigo las armas que tenemos para enfrentarlo y amenazarlo con usarlas; de convocar a la ciudadanía para que pueda poner toda su furia en una estrategia que está en sus manos, que depende de ella, que implica un compromiso con la democracia y que no podrá ser tildada de golpista ni darle excusas a los que manejan el poder para decir que somos violentos y buscamos atajos. 

Las lucha por elecciones no puede ser nunca una claudicación o una concesión al poder, porque el régimen no las quiere y solo ha apelado a ellas de forma voluntaria cuando nos ha visto divididos y sin posibilidades de enfrentarlo con éxito. No existe otra forma de que los millones de venezolanos que nos oponemos a este desastre de revolución y que desde hace años caminamos esquivando escombros, tropezando una y otra vez con sus trampas, podamos participar juntos, todos a la vez, y ante los ojos del mundo, para demostrar nuestro repudio y nuestra negativa a ser gobernados por una caterva de indolentes sin escrúpulos que han hecho todo lo posible, y más, para acabar con lo que somos y que estamos decididos a seguir siendo. 

Ellos pondrán mil obstáculos y disimularán su terror a medirse culpándonos de sus propios miedos. Apostarán a esas maniobras que han usado mil veces con éxito para dividirnos y convertirnos en grupos enfrentados que puedan abrirle rendijas a su posibilidad de perpetuarse. Intentarán reabrir viejas heridas, exhibirán hasta el cansancio a la eterna Tibisay, estimularán a los extremos siempre dispuestos a devolverles el odio que promueven y mostrarán su cara más horrible para que muchos vuelvan a aferrarse al mito de que dictadura no sale con votos. Por eso, es imprescindible que quienes nos dirigen terminen de plantear con claridad esa posibilidad de lucha que nos permita equiparar fuerzas y recuperar la confianza en capacidades tantas veces postergadas. 

Luchar por elecciones puede unir a este país roto amenazado por un lado por el régimen y por el otro por el fantasma de la desesperanza que con más o menos fuerza nos acecha a todos y que terminará por vencernos si no reaccionamos.