Juan Guaidó está liderando
hoy un movimiento opositor porque ganó una curul en la Asamblea
Nacional en diciembre de 2015, último evento
electoral en el que los partidos y sus dirigentes supieron pasar por
encima de sus diferencias para enfrentar electoralmente al chavismo.
Sin ese acto de unión ante el adversario tramposo que atrajo la
participación de millones de venezolanos, hoy la oposición sería
poco más que un recuerdo de mejores tiempos pasados.
Los que afirman que desde el
poder se ha hecho de todo para quitarle sus funciones a la AN, para
desconocerla e ignorar sus mayoría, tienen razón , pero no pueden
explicar que hubiera pasado de haberla perdido por la abstención
como en el 2005. Mucho menos pueden explicarlo quienes desde sus
respectivos escaños ganados en ese acto de votación masiva, ahora
usan su investidura para renegar de la misma vía política que
transitaron para llegar a estar allí , y que hablan del voto como si
tratara de una aberración inconcebible en la que no debería ni
pensarse a menos que cesaran todas las condiciones contra las que
ellos compitieron y ganaron.
Porque si algo ha hecho el
régimen en todos estos años además de destruir al país y
convertirlo en un depósito de habitantes desesperados que ya casi no
recuerdan lo que es llevar una vida medianamente decente, es
estudiarnos, escudriñar nuestras reacciones y descubrir nuestros
miedos para aprovecharse de ellos. Así, una señora evidentemente
afecta al partido gobernante, pero sin ninguna otra característica
que la haga destacarse ni brillar, fue convertida por quienes
aprendieron a conocernos, junto con una baranda de hierro en imagen
fija en una pantalla, en el símbolo de nuestro fracaso anticipado.
En el obstáculo que logró detener a millones y lo más grave de
todo, que terminó siendo alentado por los que alguna la vez le
ganaron al régimen, con la misma señora y usado para encubrir
errores y omisiones que ningún político que se precie de serlo
podría permitirse.
Quienes han salido a la calle
a apoyar a Guaidó no son los que viven mirando al cielo esperando
bombarderos ni los que ruegan por un recrudecimiento en las sanciones
que empeoren unas condiciones de vida ya intolerables. Los que salen
a la calle necesitan creer que ese liderazgo será capaz de
mostrarles el camino para acabar con tanto sufrimiento. Y quienes
pretenden liderarlos están obligados a construir ese camino desde
sus posibilidades reales y retomando el camino que abandonaron a
pesar de ser el que los trajo hasta aquí.