Fernando Mires - SECRETO DE AMOR



Intérprete Joan Sebastian/ Autor: Joan Sebastián
Te voy a cambiar el nombre/ Para guardar el secreto/ porque te amo y me amas/ y a alguien debemos respeto/ te voy a cambiar el nombre/ en base a lo que has traído/ ahora te llamarás Gloria/ lo tienes bien merecido/ Y hemos de darnos un beso/ encerrados en la luna/ Secreto amor te confieso/ Te quiero como a ninguna/ Y puedo cambiarte el nombre/ pero no cambio la historia/ te llames como te llames/ Para mi tú eres la gloria/ Eres secreto de amor/ Delante de la gente no me mires/ No suspires/ no me llames/ aunque me ames/ Delante de la gente soy tu amigo/ hoy te digo, qué castigo/ Eres secreto de amor/ Te voy a cambiar el nombre/ para guardar el secreto/ porque te amo y me amas/ No debo ser indiscreto
La mayoría de los boleros no son para ser cantados delante de la o el amante oficial. Pero el que ahora tenemos al frente es una verdadera loa al amor clandestino y si tuviera que portar un nombre diferente a Secreto, debería llamarse Elogio del Adulterio.
Los amores clandestinos, o prohibidos, o secretos, son, efectivamente, temas que se prestan para los boleros (o novelas) debido a la imposibilidad de realización final que ostentan. Ironía del destino es que precisamente esa imposibilidad es la que convierte al amor secreto en algo efímeramente posible. No es, por cierto, la primera vez que formulamos la misma tesis, de ahí que ha llegado el momento de profundizar acerca de la relación estrecha que parece darse entre la realización del amor y su imposibilidad. ¿Es verdaderamente la imposibilidad del amor una de las condiciones que hace posible su posibilidad? ¿Es, por lo mismo, el amor, no sólo una paradoja sino, además, la más radical de las paradojas?
Aquello que está relativamente claro es que la imposibilidad de concreción de una relación de amor convierte al amor en una actividad sumamente incitante. La razón es que el amor secreto en cualquier momento puede, al ser descubierto, perecer, lo que significa que está situado justo debajo del umbral que separa su vida y su muerte. Eso lleva a deducir que el amor secreto posee una potencia existencial que puede llegar a ser superior a la del amor que obtiene y goza del reconocimiento social. Siempre en peligro, el amor secreto vivido en y desde las sombras, deberá ser asumido con la máxima intensidad que permiten sus escasas posibilidades. La intensidad suplirá así la imposibilidad de su extensión.
El secreto puede ser el motivo por el cual el amor deberá ser vivido más en intensidad que en extensión. El beso furtivo detrás de la puerta de quienes están “encerrados en la luna” no deberá ser muy largo, pero ha de ser profundo. Los minutos de desnudez en el hotel parejero deberán ser convertidos en horas. Amenazado de muerte, el amor se llena de vida y jolgorio, y como no desea morir, intentará convertir cada segundo que le depara su pobre existencia en una imposible eternidad. Así, pienso yo, deben percibir los condenados a muerte, desde la ventana de su prisión, las pocas briznas que crecen alrededor de los hierros; el débil azul que cada mañana se trasluce entre las rejas; el paseo de la hormiga en el frío suelo; y el rumor del viento en los tejados. El amor secreto se convierte en el símbolo viviente del amor a la vida frente a la posibilidad no sólo virtual sino real de la muerte que siempre, como un puma hambriento, lo acosa. De ahí la atracción increíble que ejerce sobre los mortales la relación infiel. Razón que nos explica porque en nuestra cristiana civilización la infidelidad si no la regla, tampoco es la excepción que confirma la regla.
Hay una segunda razón que explica porqué los amores secretos son tan incitantes. A través de la realización del amor clandestino, quien lo practica se libera, por lo menos fugazmente, de aquel mundo exterior donde imperan las normas y sus convenciones. Sin normas ni convenciones, cómplices de la oscuridad, los amantes clandestinos no tienen demasiado tiempo para cuidar las formas, convirtiendo el engaño que ambos practican en el sitio de una verdad compartida sólo por dos. La mujer u hombre oficial no se enteran de la o el amante, pero estos últimos saben de los primeros. Quienes comparten los sortilegios del secreto amor se encuentran, después de todo, casi fuera de la ley, y en cierto modo, sus abrazos y besos son conjuraciones o intrigas frente a un orden establecido que los excluye y estigmatiza. Así, a través del amor secreto, tiene lugar una sórdida rebelión en contra de la cultura y sus instituciones.
En cierta medida la relación de amor clandestina semeja a las agrupaciones políticas ilegales. Viven bajo las sombras e, incluso, como ocurre en el bolero, deben cambiar hasta sus nombres para alcanzar, a través de la resistencia, la “gloria”. No obstante, la diferencia también es grande. Los amantes clandestinos no quieren modificar el orden social en donde viven. Por el contrario, lo reconocen como tal, e incluso, le otorgan su “respeto”. Lo que sí quieren, es buscar un sitio oculto y sombrío donde puedan liberarse, aunque sea por escasos minutos, de sus propias máscaras y representaciones.
Esa, pensé después, es una tercera razón que explica la atracción que ejercen los amores secretos. La primera es su cercanía con la muerte. La segunda es la idea de liberación virtual que consigo portan. La tercera razón es su propia imposibilidad.
Sin embargo, los amores, como suele ocurrir con las flores, aman la luz. En un momento el amor oculto deseará irrumpir desde sus sombras a buscar la tibieza de un rayo de sol que lo ilumine. Entonces florecerá o morirá debajo de la tierra. El amor, como nosotros, vive en la más oscura oscuridad sólo cuando quiere nacer. Al comienzo será siempre secreto, tan secreto que, suele suceder, uno mismo no puede descifrar el significado de su críptico mensaje. Hunde sus raíces en la la tierra pero su objetivo será siempre crecer hasta respirar el aire que nos rodea. El amor secreto quiere revelarse a la vida ante los ojos de los demás y ser reconocido no por su nombre falso, o apodo, sino por el verdadero, el que nombra al nombre. En ese sentido, el amor no se diferencia de quienes lo transportan: los humanos.
Buscamos la oscuridad, qué duda cabe, pero para renacer y volver a vivir bajo las nubes. De ahí que el destino trágico de los amores imposibles, si no se convierten en posibles, sea cavar su prematura tumba. Y si aún sobreviven, continuarán viviendo en el patio de los recuerdos, en el que todos tenemos dentro cuando los fantasmas convierten sus imágenes en posibilidades del puro pensar y donde virtualizados por el incumplido deseo, serán sólo las huellas de lo que pudieron haber sido y nunca llegaron a ser.

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