Intérprete Joan Sebastian/ Autor: Joan Sebastián
Te voy a cambiar el nombre/ Para guardar el secreto/ porque te amo
y me amas/ y a alguien debemos respeto/ te voy a cambiar el nombre/
en base a lo que has traído/ ahora te llamarás Gloria/ lo tienes
bien merecido/ Y hemos de darnos un beso/ encerrados en la luna/
Secreto amor te confieso/ Te quiero como a ninguna/ Y puedo cambiarte
el nombre/ pero no cambio la historia/ te llames como te llames/ Para
mi tú eres la gloria/ Eres secreto de amor/ Delante de la gente no
me mires/ No suspires/ no me llames/ aunque me ames/ Delante de la
gente soy tu amigo/ hoy te digo, qué castigo/ Eres secreto de amor/
Te voy a cambiar el nombre/ para guardar el secreto/ porque te amo y
me amas/ No debo ser indiscreto
La mayoría de los boleros no son para ser
cantados delante de la o el amante oficial.
Pero el que ahora
tenemos al frente es una verdadera loa al amor clandestino y si
tuviera que portar un nombre diferente a Secreto,
debería llamarse Elogio del Adulterio.
Los amores clandestinos, o prohibidos, o secretos, son,
efectivamente, temas que se prestan para los boleros (o novelas)
debido a la imposibilidad de realización final que ostentan. Ironía
del destino es que precisamente esa imposibilidad es la que convierte
al amor secreto en algo efímeramente posible. No es, por cierto, la
primera vez que formulamos la misma tesis, de ahí que ha llegado el
momento de profundizar acerca de la relación estrecha que parece
darse entre la realización del amor y su imposibilidad. ¿Es
verdaderamente la imposibilidad del amor una de las condiciones que
hace posible su posibilidad? ¿Es, por lo mismo, el amor, no sólo
una paradoja sino, además, la más radical de las paradojas?
Aquello que está relativamente claro es que la imposibilidad de
concreción de una relación de amor convierte al amor en una
actividad sumamente incitante. La razón es que el amor secreto en
cualquier momento puede, al ser descubierto, perecer, lo que
significa que está situado justo debajo del umbral que separa su
vida y su muerte. Eso lleva a deducir que el amor secreto posee una
potencia existencial que puede llegar a ser superior a la del amor
que obtiene y goza del reconocimiento social. Siempre en peligro, el
amor secreto vivido en y desde las sombras, deberá ser asumido con
la máxima intensidad que permiten sus escasas posibilidades. La
intensidad suplirá así la imposibilidad de su extensión.
El secreto puede ser el motivo por el cual el amor
deberá ser vivido más en intensidad que en extensión. El beso
furtivo detrás de la puerta de quienes están “encerrados
en la luna” no deberá ser muy largo,
pero ha de ser profundo. Los minutos de desnudez en el hotel parejero
deberán ser convertidos en horas. Amenazado de muerte, el amor se
llena de vida y jolgorio, y como no desea morir, intentará convertir
cada segundo que le depara su pobre existencia en una imposible
eternidad. Así, pienso yo, deben percibir los condenados a muerte,
desde la ventana de su prisión, las pocas briznas que crecen
alrededor de los hierros; el débil azul que cada mañana se trasluce
entre las rejas; el paseo de la hormiga en el frío suelo; y el rumor
del viento en los tejados. El amor secreto se convierte en el símbolo
viviente del amor a la vida frente a la posibilidad no sólo virtual
sino real de la muerte que siempre, como un puma hambriento, lo
acosa. De ahí la atracción increíble que ejerce sobre los mortales
la relación infiel. Razón que nos explica porque en nuestra
cristiana civilización la infidelidad si no la regla, tampoco es la
excepción que confirma la regla.
Hay una segunda razón que explica porqué los amores secretos son
tan incitantes. A través de la realización del amor clandestino,
quien lo practica se libera, por lo menos fugazmente, de aquel mundo
exterior donde imperan las normas y sus convenciones. Sin normas ni
convenciones, cómplices de la oscuridad, los amantes clandestinos no
tienen demasiado tiempo para cuidar las formas, convirtiendo el
engaño que ambos practican en el sitio de una verdad compartida sólo
por dos. La mujer u hombre oficial no se enteran de la o el amante,
pero estos últimos saben de los primeros. Quienes comparten los
sortilegios del secreto amor se encuentran, después de todo, casi
fuera de la ley, y en cierto modo, sus abrazos y besos son
conjuraciones o intrigas frente a un orden establecido que los
excluye y estigmatiza. Así, a través del amor secreto, tiene lugar
una sórdida rebelión en contra de la cultura y sus instituciones.
En cierta medida la relación de amor clandestina semeja a las
agrupaciones políticas ilegales. Viven bajo las sombras e, incluso,
como ocurre en el bolero, deben cambiar hasta sus nombres para
alcanzar, a través de la resistencia, la “gloria”. No obstante,
la diferencia también es grande. Los amantes clandestinos no quieren
modificar el orden social en donde viven. Por el contrario, lo
reconocen como tal, e incluso, le otorgan su “respeto”. Lo que sí
quieren, es buscar un sitio oculto y sombrío donde puedan liberarse,
aunque sea por escasos minutos, de sus propias máscaras y
representaciones.
Esa, pensé después, es una tercera razón que explica la atracción
que ejercen los amores secretos. La primera es su cercanía con la
muerte. La segunda es la idea de liberación virtual que consigo
portan. La tercera razón es su propia imposibilidad.
Sin embargo, los amores, como suele ocurrir con las flores, aman la
luz. En un momento el amor oculto deseará irrumpir desde sus sombras
a buscar la tibieza de un rayo de sol que lo ilumine. Entonces
florecerá o morirá debajo de la tierra. El amor, como nosotros,
vive en la más oscura oscuridad sólo cuando quiere nacer. Al
comienzo será siempre secreto, tan secreto que, suele suceder, uno
mismo no puede descifrar el significado de su críptico mensaje.
Hunde sus raíces en la la tierra pero su objetivo será siempre
crecer hasta respirar el aire que nos rodea. El amor secreto quiere
revelarse a la vida ante los ojos de los demás y ser reconocido no
por su nombre falso, o apodo, sino por el verdadero, el que nombra al
nombre. En ese sentido, el amor no se diferencia de quienes lo
transportan: los humanos.
Buscamos la oscuridad, qué duda cabe, pero para renacer y volver a
vivir bajo las nubes. De ahí que el destino trágico de los amores
imposibles, si no se convierten en posibles, sea cavar su prematura
tumba. Y si aún sobreviven, continuarán viviendo en el patio de los
recuerdos, en el que todos tenemos dentro cuando los fantasmas
convierten sus imágenes en posibilidades del puro pensar y donde
virtualizados por el incumplido deseo, serán sólo las huellas de lo
que pudieron haber sido y nunca llegaron a ser.
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