Adriana Moran - POR LA ÚNICA RUTA




Guaidó sale a recorrer el interior del país y mucha gente lo acompaña. Hemos visto esas fotos en estas últimas semanas y entendemos que la gente que está allí, igual que todos los que estamos sufriendo esta calamidad de país que nos destruyeron, queremos y necesitamos un cambio. Queremos que se detenga esta caída de vértigo que amenaza nuestras vidas, que ya se llevó a muchas y que se llevará muchas más si no encontramos la forma de pararla.
La gente que sale a la calle a escuchar al líder, y los muchísimos más que no estamos ahí, queremos lo mismo. Y si con quererlo bastara, ya lo hubiéramos conseguido. Tomar ese deseo mayoritario y convertirlo en acción es el trabajo de quienes pretenden liderarlo. Transformar el deseo de muchos, con toda su carga de pasión y furia, en un clamor de mayorías y mostrarle el camino para que pueda expresarse para conseguir un fin común implica impedir que se desboque y se convierta en ira destructora, o que se desgaste y se transforme en frustración y desesperanza. Y para encontrar ese medio que por un lado amarre furias y por el otro estimule desencantos, el camino que se muestre debe ser uno: posible, que dependa de las propias fuerzas, y que tenga el respaldo de quienes están dispuestos a ayudarnos a superar esta tragedia.
Pedir el cese de la usurpación como requisito para emprender los cambios que necesitamos es condenar a las mayorías que apenas logran sobrevivir a depender de la voluntad de un otro que no se siente amenazado por esa exigencia. Es ponerle un corsé a la propia fuerza para anularla.
La población debe ser convocada por su liderazgo político a la ruta posible, a la lucha real que sea capaz de retar al régimen y que pueda aglutinar en un solo movimiento la pasión y las muy válidas razones para oponerse a esta debacle. Dejar de lado el no se puede inmovilizador y la enumeración de obstáculos para emprender con claridad la lucha por elecciones libres
La única lucha a la que estamos obligados. Es la única en la que todos podemos participar. Es la única que no encontrará resistencia entre las democracias del mundo. Y por sí fuera poco, es la única a la que los que están en el poder le temen.