Cuando la autopista se fue quedando sola y se fueron apagando las luces que enfocaban a los protagonistas, los venezolanos que nos despertamos el 30 para enfrentarnos a esa mezcla de incertidumbre y expectativa que ya conocemos, nos fuimos quedando con los restos de adrenalina y la necesidad de entender, sin que nadie nos lo explicara, que un nuevo episodio del “como sea" criollo no terminaba igual que ese capítulo de la serie de moda en el que el héroe vence en el último minuto al villano y nos libera. Que el acto temerario destinado a salvarnos que se multiplicaba en videos por todo el mundo, se había terminado como empezó: de golpe.
Es cierto que no hay excesos de adrenalina ni demasiada diversión en el trabajo constante y en la perseverancia para alcanzar metas. No hay épica ni héroes solitarios en ese construir todos los días desde las capacidades reales la posibilidad de acercarse al objetivo. Ni final de foto inesperada con liberaciones, rendiciones y ajuste de cuentas. El trabajo político sostenido hecho con la paciencia y la humildad de buscar entendimientos, acuerdos, y coincidencias dentro de las diferencias es un trabajo la mayor parte del tiempo ajeno a las portadas y el horario estelar de los noticieros. Y si es verdad que los que nos desgobiernan no salen ilesos de episodios como los del 30, es verdad también que es mayor el tamaño de nuestras heridas que no han tenido tiempo ni oportunidad de sanar en medio del ataque continuado desde el poder y de las frustraciones que acarrean los errores repetidos.
Ya no es posible pensar que tal seguidilla de equivocaciones y fracasos sea fortuita. Ya no es posible, tampoco, quedarse callados en nombre de una unidad cuyas grietas se profundizan a la vista de todos porque muy pronto no habrá razones ni ideas que plantear si la dirigencia política no entiende que abandonar su hábitat natural para refugiarse en el resbaladizo terreno de las aventuras, significa condenar a una población que ya ha sufrido demasiado a nuevos y más profundos barrancos.
Todavía están a tiempo de entenderse entre los que se quieran entender y de dejar afuera a los que no entienden razones en nombre de lo que nos interesa a la mayoría. De retomar el camino de la política que en mala hora abandonaron para liderar la lucha por esas elecciones que nos den la oportunidad de recuperar el país que seguimos perdiendo.