Adriana Moran - LA MARCHA DEL PRIMERO DE MAYO


     
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Los que por años hemos salido a marchar una y otra vez, lo hacemos convencidos de la necesidad de mostrarle al régimen nuestro descontento, nuestra rabia, nuestras inmensas ganas de un cambio que detenga el desastre. El primero de mayo, como tantos otros primeros de mayo muchos saldremos. El problema es que esta no es una marcha más ni es otro día de los trabajadores en el almanaque. Tampoco es una marcha definitiva como dicen algunos. Pero la gravedad del momento que vivimos necesita que nuestras manifestaciones de rechazo hacia los que desmanejan este país se traduzcan en organización y objetivos claros más allá de nuestros deseos.
    Conducidos por un liderazgo nuevo, la fuerza y la efectividad de nuestra movilización dependerá
de que desde ese liderazgo se dicten las directrices correctas para que podamos encontrarnos
como la mayoría que somos caminando hacia un fin específico, viable, pacífico y que nos defina
como demócratas enfrentados al autoritarismo que rechazamos. Dotar de significado real la
marcha del primero de mayo o a las marchas que vengan después de esa será crucial. No podemos
pensar, ni pueden pensar nuestros dirigentes, que esa masa humana volcada a las calles puede
tener como objetivo algo que escapa a su control como torcer la voluntad del dictador para ver
como se arrepiente de tener el mando al vernos en la calle. Si nuestro objetivo al manifestarnos va
más allá de la realidad y habita en el mundo de la fantasía, el resultado será la frustración que nos
lastimará a todos y que terminará hiriendo de muerte a quienes la lideran.
    Los que nos hemos atrevido a señalar la inconveniencia de colocar en el primer paso de la ruta
algo que no depende de nosotros, que por más que lo queramos no se dará sin la intervención de
voluntades que no responden a nuestros deseos, lo hacemos para llamar la atención de los
dirigentes y en particular de su principal líder, no con el ánimo de sumar críticas a quien ya
sabemos que está enfrentando mil tempestades, sino en la convicción de que la oposición
cohesionada bajo su conducción podría conseguir mucho si no nos dejamos arrastrar por voces
extremistas que claman por violencia y por la reedición de antiguos fracasos.
    Si ordenamos nuestra  ruta para que coincida con lo posible, servirá para abrirnos el camino hacia esas elecciones libres por las que estamos obligados a luchar.