Los
que por años hemos salido a marchar una y otra vez, lo hacemos convencidos de
la necesidad
de mostrarle al régimen nuestro descontento, nuestra rabia, nuestras inmensas
ganas de
un cambio que detenga el desastre. El primero de mayo, como tantos otros
primeros de mayo muchos
saldremos. El problema es que esta no es una marcha más ni es otro día de los trabajadores
en el almanaque. Tampoco es una marcha definitiva como dicen algunos. Pero la gravedad
del momento que vivimos necesita que nuestras manifestaciones de rechazo hacia
los que
desmanejan este país se traduzcan en organización y objetivos claros más allá
de nuestros deseos.
Conducidos
por un liderazgo nuevo, la fuerza y la efectividad de nuestra movilización
dependerá
de
que desde ese liderazgo se dicten las directrices correctas para que podamos
encontrarnos
como
la mayoría que somos caminando hacia un fin específico, viable, pacífico y que
nos defina
como
demócratas enfrentados al autoritarismo que rechazamos. Dotar de significado
real la
marcha
del primero de mayo o a las marchas que vengan después de esa será crucial. No
podemos
pensar,
ni pueden pensar nuestros dirigentes, que esa masa humana volcada a las calles
puede
tener
como objetivo algo que escapa a su control como torcer la voluntad del dictador
para ver
como
se arrepiente de tener el mando al vernos en la calle. Si nuestro objetivo al
manifestarnos va
más
allá de la realidad y habita en el mundo de la fantasía, el resultado será la
frustración que nos
lastimará
a todos y que terminará hiriendo de muerte a quienes la lideran.
Los
que nos hemos atrevido a señalar la inconveniencia de colocar en el primer paso
de la ruta
algo
que no depende de nosotros, que por más que lo queramos no se dará sin la
intervención de
voluntades
que no responden a nuestros deseos, lo hacemos para llamar la atención de los
dirigentes
y en particular de su principal líder, no con el ánimo de sumar críticas a
quien ya
sabemos
que está enfrentando mil tempestades, sino en la convicción de que la oposición
cohesionada
bajo su conducción podría conseguir mucho si no nos dejamos arrastrar por voces
extremistas
que claman por violencia y por la reedición de antiguos fracasos.
Si ordenamos nuestra ruta para que coincida con lo posible, servirá para abrirnos el camino
hacia esas elecciones
libres por las que estamos obligados a luchar.