Luis García - LA MALA EDUCACIÓN QUE ME ACOMODA


Breves y ligeras crónicas de un gusano de La Habana en Santiago de Chile
(Extractos del libro homónimo y en proceso)


                                                                         
     Para mi felicidad hace años tengo una pareja chilena. Otras relaciones no fueron tan sinceras. Ninguna me había señalado que son evidentes los malos modales que tengo.
     Ella con amor y paciencia intenta corregirlos. Al principio defendí que en mis maneras lo que yacía era la esencia del cubano. Pero ya no. Pasó el idilio. Los reconozco y voy desintoxicando estos hábitos.
     Para que se entienda, entre otras, corregí situaciones simples como detener un taxi y decir: “mi hermanito déjame en tal dirección” y el conductor entonces indicaba: “disculpe no le entendí”; ahora manifiesto: “buenas noches, por favor me pudiera dejar en esta dirección”. O al terminar la cena me paraba y sentado sin camisa en otro lugar seguía la conversación con las personas que aún comían; en la actualidad hago una estupenda sobremesa. O según la necesidad me acercaba a alguien a hacer una pregunta situando la mano confianzudamente en el hombro; en este momento guardo la proximidad que se requiere. O podía interrumpir el hablar y gesticulando sobreponía intolerante mi voz a la del emisor haciendo sentir incomodidad; hoy espero como lógico receptor.
     Mis malos modales se inculcaron e incentivaron en Cuba. Soy la cosecha de una ideología. Quien puso esta semilla en la tierra fue la revolución. A partir de 1959 imbricaron las tradiciones y el buen gusto con una peligrosa y falsa “burguesía”. Desunieron las familias y dividieron generaciones. Demasiada manipulación sobre lo que es el beneficio colectivo. Escamoteo y enjuicio por la individualidad. Ser educado era ser flojo y maricón.
     Lo más importante entonces, lo inaplazable: el engullir a los novísimos de pensamientos “necesarios” para fabricar aquello del “hombre nuevo”.
     Esto breve y ligero que mencioné nos jodió. E hizo que yo tuviera costumbres que ni reparaba en ellas.  Por suerte, y por amor, un día me dijeron.
     Es lamentable Cuba. Le hicieron perder el rumbo en este sentido, y en otros.
   Sé que muchas familias subsanan. Costará. Es bien difícil encauzar nuevamente el camino. Lo digo por experiencia propia. Me sincero. Aunque intento ser un hombre más acorde, más lógico que ilógico, atento cien por ciento, a diario guerreo entre “ser o no ser”. Cuando nadie me ve torno a la zona de confort. Regresa otra vez el mal educado que siempre fui. Emana.
     No saben cuánto me aflijo. Por conveniencia de una revolución segregadora y ordinaria lamento que nos hayan metido esto tan adentro. Ahora que escribo recuerdo como desde los cinco años, invariable siempre a las 8:00 a.m. la educación comenzaba mal. Teníamos que vociferar al unísono, en burro desenfreno, que queríamos ser comunistas y como el Ché. Y el resto le era, y es, pura fruslería.