Es imposible
negar la trascendencia que tuvo para una oposición dispersa y desanimada el
surgimiento de un liderazgo como el de Guaidó que vino a sacarla de ese estado
de inmóvil desesperanza y le mostró que era posible volver a creer. Es
imposible también, a estas alturas, saber si este liderazgo emergente será
capaz de conducir a la golpeada oposición venezolana hacia la consecución de
los objetivos durante tantos años perseguidos. Del rumbo que decida tomar y de
la capacidad de esquivar obstáculos desde el poder siempre intransigente o
desde el extremo que solo acepta lo que coincida con sus rígidos deseos
dependerá, no solo que alcancemos el objetivo planteado, sino que el mismo
liderazgo de Guaidó sobreviva a la ruta escogida.
Intentar complacer o dejarse seducir por el extremo
más reaccionario y menos dispuesto a hacer concesiones, puede alejarlo de ese
centro más moderado que aunque menos dado al escándalo, representa a la mayoría
que quiere un cambio pacífico, duradero en el tiempo y con el menor trauma
posible que logre sacarlo del infierno en el que los que de forma ilegítima
ostentan el poder parecen decididos a mantenerlo.
Ver el centro
como el lugar de la convivencia diversa en el que podemos confluir la mayoría
para, a pesar de nuestras diferencias, dotarnos de fortaleza real y efectiva
contra el proyecto autoritario, implica también desmontar esa manipulación
grosera que intenta que este lugar sea visto como lugar de tibiezas e incluso
de principios dudosos por quienes apuestan al enfrentamiento gritón, que hacen
de palabras como negociación, elecciones y política, malas palabras y amenazan
al régimen con una fuerza que no tienen. Reconocernos en este lugar amplio,
distanciado del ruido y el insulto, es la forma más segura que tenemos para consolidar
una estrategia basada en fuerza real, de gente de carne y hueso, dispuesta a
llevar adelante una lucha cívica y pacífica que es su mayor fortaleza y que es
a la vez la mayor debilidad del que está en Miraflores.
Amenazando con
guerra al que sólo sabe y le interesa responder en esos términos, podemos pasar
muchos años. Obligándolo a enfrentarse a una mayoría decidida a cambiar por el
camino democrático y electoral
acompañada por los demócratas del mundo, lo estaremos enfrentando en el
terreno que no le gusta, del que no quiere hablar, en el terreno que si pudiera
haría desaparecer para siempre.