26.01.19
Hay una división tajante e insostenible a largo plazo. A un lado, una presidencia estatal sin pueblo pero armada hasta los dientes. Al otro, un presidencia simbólica y constitucional, sin posibilidad de ejercicio y totalmente desarmada, pero que cuenta con el apoyo de la inmensa mayoría ciudadana y con el también inmensamente mayoritario apoyo de los gobiernos democráticos del planeta.
Hay una división tajante e insostenible a largo plazo. A un lado, una presidencia estatal sin pueblo pero armada hasta los dientes. Al otro, un presidencia simbólica y constitucional, sin posibilidad de ejercicio y totalmente desarmada, pero que cuenta con el apoyo de la inmensa mayoría ciudadana y con el también inmensamente mayoritario apoyo de los gobiernos democráticos del planeta.
Pocas veces la historia ha consignado una polarización tan radical como la
que se da en Venezuela entre el poder de la fuerza y el poder de la política.
Polarización que elevada hacia el plano internacional se presenta bajo la forma
principal de contradicción entre dictadura y democracia. Maduro y
Guaidó, Guaidó y Maduro, son efectivamente representaciones venezolanas de la
contradicción principal de nuestro tiempo. Contradicción que está muy lejos de
la que se dió en el pasado reciente, a saber, entre una izquierda y una derecha
mundial. No hay que olvidar en ese sentido que los dos principales aliados
internacionales de Maduro -Putin y Erdogan- no son precisamente de izquierda.
Dicho de modo grueso, la contradicción venezolana, expresión agudizada de
una contradicción mundial, tiene solamente dos salidas: O una salida militar
o una salida política. En aras de una salida política, la mayoría ciudadana
de Venezuela y la mayoría internacional se encuentran frente a la misma
muralla: las FANB, el ejército venezolano, el estamento militar convertido por
Chávez, los Castro y Maduro, en
una enorme guardia pretoriana al servicio de un gobierno minoritario,
fraudulento y, por lo mismo, usurpador. Pero – y aquí está la letra mayúscula
del problema- en las manos de ese
ejército están las llaves que abrirán o cerrarán las puertas de la democracia
venezolana. La clave es entonces militar. Pero la salida es política. O, por
el bien de todos, debería serlo.
¿Cómo descifrar la clave militar? No es muy fácil pues no estamos frente a
un ejército normal. Estamos hablando de un ejército que es parte de una
fusión entre un sistema, un gobierno y un partido. En términos
politológicos, el chavo-madurismo
ha convertido a las FANB en una organización corporativa, eje fundamental de
una nueva clase dominante de estado. Sin embargo, hay que seguir horadando el
tema. ¿Cómo traspasar el muro militar?
Juan Guaidó ha presentado una hoja de ruta dividida en tres fases: cese
de la usurpación, gobierno de transición, elecciones libres. Sin duda la
primera fase es la más difícil: cese de la usurpación significa, dicho en buen castizo, poner fin al gobierno
de Maduro. Vale decir, si uno
lee bien la línea Guaidó, estaríamos frente a una vía insurreccional sin
que sean especificados los medios para transitarla.
Pero cualquier escenario que lleve al fin de la usurpación pasa por las
FANB. Ya sea una lucha de desgaste,
con alta participación masiva, que excluya el decrecimiento de las
demostraciones y que incluya un alto número de cadáveres (reedición ampliada de
las jornadas del 2017); ya sea un quiebre horizontal o vertical del estamento
militar que lleve a un enfrentamiento entre militares (todas las guerras
civiles han sido militares); ya sea una rendición del ejército frente a una
invasión extranjera (la variable menos probable); ya sea combinaciones de lo uno o de lo otro, todas
esas alternativas pasan por la hegemonía de lo militar por sobre lo político.
Eso no quiere decir que la vía Guaidó sea incorrecta. Es correcta. El único
problema es que, dada
la correlación de fuerzas que se observa
en suelo venezolano, está puesta en un orden incorrecto. Incluso, inverso.
Tal vez advirtiendo la incoherencia del orden discursivo de la línea
Guaidó, cuatro gobiernos europeos (hasta ahora) los de Alemania, España,
Francia e Inglaterra, han decidido dar un ultimátum a Maduro. En términos
escuetos el ultimátum dice así: si en el plazo de ocho días Maduro no convoca a
elecciones libres reconoceremos como presidente de Venezuela a Juan Guaidó.
¿Intentan los gobiernos europeos dar una chance a Maduro? A primera vista
pudiera entenderse así. Pero a través de una segunda mirada entendemos algo
distinto. Se trata de una posibilidad destinada a instalar carriles políticos
antes de que ocurra un descarrilamiento cuyas trágicas consecuencias no queremos
siquiera imaginar. En otras palabras, la “entente” europea ha invertido el discurso de
Guaidó. El orden de la
línea discursiva, de acuerdo a los gobernantes de esos cuatro países, debería ser entonces: elecciones
libres - transición - fin de la usurpación.
Probablemente los gobiernos europeos calculan con que Maduro no aceptará
medirse en nuevas elecciones -las que evidentemente perdería- y al fin no les
quedará otro camino que reconocer a Guaidó como legítimo presidente de
Venezuela. O tal vez esperan una señal de Maduro antes de tomar la decisión
definitiva.
Convocar, en efecto, no quiere decir llamar de inmediato sino, simplemente,
aceptar la realización de elecciones libres en un plazo indefinido pero breve. Visto así, los tres gobiernos ofrecen un
tema para un diálogo entre las fuerzas contrarias y al mismo tiempo un objetivo
de lucha a la oposición. Con respecto al diálogo, entregan una materia concreta
a negociar (una negociación o diálogo que no incluya la palabra elecciones no
debe hacerse jamás) Con respecto al objetivo de lucha, una alternativa real y
una posibilidad para reconectar el proceso iniciado el 23-E con el 6-D, día en
que nació la actual AN sin la cual Guaidó no existiría políticamente. Esto vale
para el caso en que Maduro acepte el ultimátum. Pero sobre todo vale -como
probablemente ocurrirá- para
el caso en que no lo acepte.
Si Guaidó es tan inteligente como hasta ahora parece serlo, debería
considerar la estrategia de los gobiernos europeos. Más todavía si tenemos en cuenta que las
democracias latinoamericanas, aparte de discursos pomposos no han sugerido nada
concreto. ¿Y el gobierno
norteamericano?: hasta ahora, solo tuiteo.
Queda, por cierto, la posibilidad de que Maduro acepte el ultimátum.
La posibilidad no puede ser del todo descartada. Astuto como es, conoce las
taras de la oposición mejor que las propias. Sabe por ejemplo que hay dos
palabras que dividen a la oposición. Esas palabras son: diálogo y elecciones.
La oposición alrededor de Guaidó debería estar desde ya en guardia frente a esa
posibilidad si es que no quiere ceder hegemonía a los extremistas del
maduroveteya, en-dictadura no-se-vota, no-lo-llames elección y otras mieles
similares. Por de pronto, debería tener nombres en vista hacia eventuales
candidaturas para que no vuelva a suceder lo mismo que en los diálogos de Santo
Domingo donde fueron a hablar de elecciones presidenciales sin tener un
candidato (algo así como asistir a tu boda sin llevar a tu novia)
¿Y la clave militar?
Cabe imaginar que la clave militar puede ser descifrada mucho mejor con votos
contados y certificados, e incluso con el reclamo masivo frente a evidentes
fraudes, que con batallas callejeras donde solo se puede perder, o con grandes manifestaciones sin
posibilidad de ser mantenidas durante un largo tiempo.
El momento no es insurreccional, es político. Por esa misma razón -reiteramos- el orden del
discurso debería ser: elecciones libres - período de transición - fin de la
usurpación. No entender
ese orden solo puede llevar a la oposición a tropezar una y otra vez con la
misma piedra.
Por supuesto, la historia no se repite. Pero las estupideces, sí.
PS. Llega la noticia de que el régimen ya mandó "al carajo" el ultimatum. Con eso no hace más que abrir las compuertas para que aumente la presión nacional e internacional por "elecciones libres". Por cierto, no faltarán los aguerridos que declararán por cerrada la lucha por elecciones libres y optarán por otra vía que nadie sabe cual es.
PS. Llega la noticia de que el régimen ya mandó "al carajo" el ultimatum. Con eso no hace más que abrir las compuertas para que aumente la presión nacional e internacional por "elecciones libres". Por cierto, no faltarán los aguerridos que declararán por cerrada la lucha por elecciones libres y optarán por otra vía que nadie sabe cual es.