Hablemos
en clave de síntesis. Los resultados del 2-12-18 en las elecciones de Andalucía
llevan a deducir lo siguiente: Como en la mayoría de las que tienen lugar a lo
ancho y largo de Europa, los socialistas experimentaron un descalabro
estrepitoso. Aunque conservan el primer lugar -bajaron de 47 (2015) a 33 escaños- deberán probablemente despedirse de la Junta de gobierno. Después de
la brutal (y torpe) ofensiva que desataron contra Ciudadanos (Cs) durante el
proceso electoral, no parecen tener otra alternativa. Más todavía, ya está
fuera de discusión que la derrota objetiva de la ayer carismática Susana Díaz
tendrá alcances nacionales, entre otros, un aumento considerable de la presión
a Pedro Sánchez para que llame cuanto antes a elecciones generales, opción que
los del PSOE avistan como una derrota descomunal.
Del
mismo modo que en otros países europeos, la abstención (42%) fue muy grande,
seña del descontento creciente de los electores con la política existente y
real. España, a través de Andalucía muestra, como en otras zonas de Europa, los
inconfundibles signos de una crisis de representación, situación que en general
favorece a los extremos políticos, en particular a los llamados “extremistas de
ultraderecha” representados esta vez por la sorpresa del siglo, el partido Vox
el que, saliendo de la clandestinidad, al hacer su estreno electoral obtuvo
nada menos que 12 escaños (10,97%). El hecho novedoso: la debacle del PSOE
arrastró esta vez consigo a la “izquierda alternativa” camuflada en la versión
andaluza de Podemos, Adelante Andalucía, partido que ni siquiera logró repetir
el 20% de los escaños del 2015 cuando Podemos concurrió a los comicios en
alianza con la hoy casi inexistente Izquierda Unida.
En
concordancia con otras elecciones europeas las de Andalucía elevan a un primer
plano al centro político, esta vez en modo de un claro centro-derecha. Pero el
PP del flamante Pablo Casado estuvo muy lejos de obtener una gran votación. En
lugar de los 33 escaños que mantenía, tendrán que
conformarse con magros 26. Suficiente para no ser superados por la excelente
votación de Cs, junto con la extrema derecha, gran ganador de la jornada.
El
originariamente partido catalán, con su formidable subida de 9 a 21 escaños,
logra consolidarse como la principal fuerza de centro. Nada menos que en
Andalucía, hasta hace algunos días baluarte del socialismo español. Todo
hablaría en términos lógicos a favor de la posibilidad de un gobierno,
en términos absolutos no mayoritario, de centro derecha (Cs/PP) tolerado
indirectamente por PSOE a cambio de que PP y Cs no incorporen a la alianza de
gobierno a Vox. Pero como sabemos, la política no es lógica.
Un
gobierno de derechas absolutamente mayoritario debería por cierto incluir a Vox,
y con esa posibilidad cuentan mezquinamente PSOE y Podemos, a saber: una
“alianza de las tres derechas” (Susana Díaz dixit) llevaría a una polarización
no solo en Andalucía sino a escala nacional abriendo así un lugar para que la
izquierda en su conjunto (Iglesias + Sánchez) puedan aparecer como la última
reserva de los valores occidentales en España. Los periodistas del El País y de
El Mundo están desde ya, elucubrando con esa posibilidad.
Es
cierto que en una democracia no puede haber “partidos parias”. También es
cierto que bajo ciertas condiciones los extremos pueden, más aún, deben, ser
cooptados por el centro. No es ese sin embargo el dilema que está planteado hoy
a Cs. Pues seguir la lógica de las matemáticas y no las de la política llevaría
a sustituir al bi-partidismo por un bi-frentismo, justamente lo que a Cs
interesa evitar. Por otra parte Cs mantiene una identidad centrista que
comparte con fuerzas políticas equivalentes en Alemania y Francia. A diferencia
del nacionalismo extremo y antieuropeísta de Vox y de la extrema derecha del
PP, Cs posee una fuerte vocación
europeísta. Y no por último, si llegara a “cohabitar” con Vox, Cs quedaría
totalmente des-posicionado frente a las próximas elecciones nacionales.
Unir
fuerzas con la derecha extrema en aras de una ocasional gobernabilidad tendría
las características de un atentado político cometido por Cs a sí mismo. Al
llegar a ese punto no deja de ser sintomático constatar que, apenas conocidos
los resultados, los partidos ultraderechistas de Europa como AfD en Alemania,
FN de Le Pen, así como el gobierno de Orban en Hungría, se apresuraron a
extender sus felicitaciones a Vox, el partido extremista español. Difícil la
situación de Cs. Unirse con el PP significa aceptar el apoyo del extremismo
neo-fascista a PP. Unirse con el PSOE significará prolongar la hegemonía del
sanchismo maniobrado desde bambalinas por Podemos. ¿Deberá elegir Cs entre la
peste o el cólera? Así parece.
Lo
innegable es que la irrupción de Vox en Andalucía ha terminado por europeizar
negativamente a España. Pues, hasta las elecciones andaluzas solo existían
micro-nacionalismos de carácter regional (no solo en Cataluña y en el País
Vasco). Vox tiene así el dudoso mérito de haber puesto al día a España con la
Europa de hoy atizando su rabioso macro-nacionalismo con todas las
consecuencias homofóbicas y xenofóbicas que eso implica. “Vinimos para
quedarnos” gritó eufórico Francisco Serrano, cabeza de lista del partido
liderado por Santiago Abascal. Y tiene razón: donde han llegado se han quedado.
Ahí reside justamente el problema.
Si
los partidos democráticos españoles no se dan cuenta de lo que ha nacido en
Andalucía y no logran deponer egoísmos particulares y regionales, el futuro no
asoma promisorio en la gran nación.