EL GENIO (THE GENIUS)
(de “La caja de especias de la tierra”)
Por ti
seré el judío de un gueto
bailaré
me pondré medias blancas
en mis piernas torcidas
y envenenaré los pozos
de la ciudad
Por ti
seré un judío apóstata
y le hablaré al cura español
del voto de sangre
en el Talmud
y le diré donde están
los huesos del niño
Por ti
seré un banquero judío
y arruinaré
a un viejo y orgulloso rey cazador
acabando con su linaje
Por ti
seré un judío de Broadway
y llamaré a gritos a mi madre
en los teatros
y venderé baratijas
bajo el mostrador
Por ti
seré un doctor judío
y buscaré
prepucios
en todos los cubos de basura
para volver a coserlos
Por ti
seré un judío de Dachau
y me estiraré en cal
con las piernas torcidas
y un hinchado dolor
que nadie puede entender
La verdad menos el 7%
Sólo te besó
en la mejilla
y sólo te tocó la mano
dices que no pasó nada
y yo me voy a tragar tu historia
Que ese “no pasó nada” te mandó
un ramo grande (¿enorme?) de rosas
pero te agradezco que me dijeras
la verdad
La verdad menos el siete
Por ciento
EL FINAL DE MI VIDA EN EL ARTE
(de “La muerte de un mujeriego”)
Este es el final de mi vida en el arte. Por fin he
encontrado a la mujer que buscaba. Es verano. Es el verano que estaba
esperando. Vivimos en una suite del quinto piso del Château Marmont en
Hollywood. Es tan hermosa como Lili Marlene. Es tan hermosa como Lady Hamilton.
Si no fuera por el miedo a perderla, no tendría ninguna queja. No me ha sido
negada la medida completa de la belleza. Por las noches y las mañanas nos
besamos. Las plumosas palmeras se alzan a través del aire contaminado. Las
cortinas se mueven. El tráfico avanza por Sunset sobre flechas, palabras y
líneas pintadas. Mejor no susurrar si quiera esta perfección. Este es el final
de mi vida en el arte. Estoy tomando un Red Needle, una bebida que me inventé
en Needles, California, téquila y zumo de arándano, limón y hielo. La medida
completa. No me ha sido negada la medida completa. Ocurrió cuando me acercaba a
mi cuarenta y un cumpleaños. La Belleza y el Amor me fueron concedidos en forma
de mujer. Lleva brazaletes de plata, uno en cada muñeca. Estoy contento de mi
suerte. Aunque ella se fuera, me diría a mí mismo: No me ha sido negada la
medida completa de la belleza. Esto fue lo que me dije en Holston, Arizona, en
un bar al otro lado de la calle de nuestro motel, cuando pensaba que se iría a la
mañana siguiente. Esto es conversación de borracho. Esto es Red Needles
hablando. Es demasiado suave. Estoy asustado. No sé porqué. Ayer estaba tan
asustado que apenas pude pasarle un Red Needle a un monje en Mount Baldy. Estoy
asustado y cansado. Soy un viejo con un adorno de plata. Estos rígidos
movimientos no deberían ser acompañados con campanillas de plata. Seguramente
está conspirando contra mí en mi propia cama. Quiere que yo sea Carlo Ponti. La
criada negra me está robando las tarjetas de crédito. Debería ir a pasear bajo
los pinos. Tendría que controlarme. Oh, Dios, su piel es suave y oscura.
Vendería las tumbas de mi familia. Soy lo bastante viejo para hacerlo. Soy lo
bastante viejo para estar arruinado. Será mejor que me prepare otro trago. Si pudiera
escribirle una canción podría pagar esta suite. Ella vio a los hombres de
Afganistán, vio a los jinetes, ¿cómo puede estar aquí conmigo? Es verdad que yo
soy un héroe del Sahara, pero ella no me vio bajo la arena y el fuego,
dominando los esfínteres de mi cobardía. Ella no puede saber lo hermosas que
son estas palabras. Nadie puede. Ella no puede percibir la profunda
inmortalidad de mi vida en el arte. Nadie puede. Mi visión del tráfico en
Sunset Boulevard a través de las azucenas de hormigón en la baranda del balcón.
La mesa, el clima, el físico perfecto para un artista de cuarenta años, famoso,
feliz, asustado. Las seis de la mañana. Las seis y cinco. Los minutos pasan.
Las seis y diez. Mujeres. Mujeres y niños. Dicen que ya no hay luz en Los Angeles,
la luz original del cine, pero esta vista de Sunset Boulevard es más que
satisfactoria, se mire como se mire. Mi vida en el arte está terminando. Mónica
duerme. Toda la mente errante es suya. Mis devociones empiezan a molestarme.
Ella pronto estará harta. Yo ya estoy harto. Está embarazada. Las relaciones
sexuales son dulces por ello. No quiere tener el niño. Las seis y veinte.
Tomamos Red Needles todas las noches. Me habla del mundo homosexual de San
Francisco. El peso de su belleza se ha hecho intolerable. A la gente en la
licorería se le saltaban los ojos y no daban crédito a lo que veían mientras
ella pasaba con su largo pelo y su hijo para el sacrificio, su ropa de segunda
mano y su habitual rostro de burla ante todos los preparativos para la seducción
aquí en el corazón de Hollywood, tan madura es en las fuerzas de la belleza y
la música que me asusta, a mí que he sido testigo del final de mi vida en el
arte. Las seis cuarenta. Quiero volver a la cama y penetrarla. Es el único
momento en que encuentro un poco de paz. Y cuando se sienta en mi cara. Cuando
baja hasta mi boca. Es de muerte. Una pirámide sobre mi pecho. Quiero
intercambiar sangre con ella. Quiero su esclavitud. Quiero su promesa. Quiero
su muerte. Quiero que el ácido vertido me libere. Quiero dejar de clavarle los
ojos. Las seis cincuenta. Arruinado en Los Angeles. Debería volver a fumar. Voy
a empezar a fumar otra vez. Quiero morir en sus brazos y dejarla. Hay que fumar
un paquete diario para ser un hombre así. Cuando estábamos de viaje yo siempre
estaba dispuesto a llevarla al aeropuerto más próximo y decirle adiós, pero
ahora quiero que se muera sin mí. Hoy he vuelto a empezar mis ejercicios.
Necesito un poco de músculo. Necesito a un hombre en el espejo que me susurre
valor cuando me afeito y me hable otra vez de los nobles que conquistaron todo
esto.